Por Irma Gallo
¿Y si todo lo que te dijeron sobre cómo criar a tus hijos no fuera cierto? Quizá esto los desconcierte, mamás y papás, pero leí un libro que me hizo cuestionarme muchas cosas sobre la crianza de los hijos, así que decidí entrevistar a la autora y compartir con ustedes lo que descubrí.
Se trata de ‘No hay niño malo. 12 mitos sobre la infancia’, de la psicoterapeuta con maestría en psicología clínica Teresa García Hubard.
Uno de los planteamientos principales y más novedosos de este libro es que castigar no sirve para nada; al contrario, sólo crea angustia y deseos de venganza en los niños.
La doctora García Hubard basa su teoría en investigaciones sobre el desarrollo del cerebro de los pequeños: “En primer lugar”, me dijo en entrevista para esta columna de El Gráfico, “que quede muy claro que hay muchas de las cosas que les exigimos a los niños que no pueden hacer, no porque no quieran, sino porque no pueden, porque tienen un sistema nervioso profundamente inmaduro, sobre todo a nivel de la corteza prefrontal”.
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¿Qué es la corteza prefrontal y cuál es su función?
Básicamente, en esta parte del cerebro se encuentran las funciones más evolucionadas, por ejemplo, la capacidad de planeación, de síntesis, de pensamiento abstracto, de empatía y de reflexión.
En este sentido, dice Teresa García Hubard, “es muy importante que los papás sepan que todas estas funciones no están desarrolladas en el cerebro de un niño pequeño, de dos años de edad, sino que se están empezando a construir”.
Según la autora, los descubrimientos más recientes en el campo de las neurociencias demuestran que es través de la comprensión, el amor y la empatía que los padres podemos ayudar a los niños a desarrollar estas funciones de su cerebro.
Entonces, ¿qué podemos hacer?
A lo largo del libro, la psicoterapeuta insiste en que tampoco se trata de dejar que los niños hagan lo que quieran y sin ponerles límites, pero que esto debe hacerse con paciencia, comprensión y, por supuesto, amor. Es decir, se trata de hacer que los niños aprendan a autorregularse. Pero, ¿qué es esto? García Hubard responde:
“Es un concepto esencial. Tiene una liga con la pura biología. Es decir, cada ser humano tiene una ventana de tolerancia para poder manejarse cómodamente con cierta intensidad de emociones, que viene, por un lado, determinada por el temperamento, pero por otro lado, por todo el aprendizaje. Cuando, como adultos, en lugar de bloquear o pretender cancelar las emociones le ayudamos al niño a reconocerlas, nombrarlas y canalizarlas, vamos haciendo que esta ventana de tolerancia sea cada vez más amplia. El resultado de eso es la capacidad para autorregularse con mucha mayor eficiencia”.
Ahora bien, la autora advierte que para que esto funcione, el primero que tiene que saber cómo autorregularse debe ser el adulto. Si como papás no nos controlamos, nunca podremos hacer que nuestros hijos lo hagan. Si gritamos, los niños gritarán, si perdemos el control, ellos harán lo mismo.
García Hubard enfatiza en que se debe de trabajar con nuestros hijos en lugar de gobernarlos o dirigir sus acciones. Dice que se trata de una tarea compleja: desaprender todo lo que nos han enseñado acerca de “disciplinar” a los hijos en lugar de “conectar” con ellos, y reitera que cuando un niño está haciendo un berrinche, lo que necesita es que los padres lo escuchen, lo calmen y hablen con él, sin gritos ni amenazas.