La gente dice que todos los policías somos analfabetos y nacos, se queja María Guadalupe Custodio García, policía auxiliar del Sector 52 "PUMA", quien además está por terminar el cuarto semestre en Criminología.
"Muchos piensan que somos unos huevones, corruptos y sin educación, pero no se detienen a investigar quiénes somos en realidad. Dicen que si ven a un ratero y a un policía, mejor le piden ayuda al ratero, pero cuando necesitan la ayuda, ahí estamos. Ahora con estas nuevas leyes del sistema penal acusatorio, los policías no tenemos garantías ni derechos humanos para nosotros", dice Lupita Custodio (el apellido más perfecto para un destino de vida), mientras hace un recuento de lo que ha pasado en los últimos años.
Su vocación por la paz y la justicia social la llevaron a la academia de policía. Es su sueño limpiar el país, la ciudad, la colonia, erradicar a los delincuentes. Quiere que sus hijos vivan en un lugar más seguro y digno.
"Es muy difícil lo que hago, pero amo mi trabajo por todas las satisfacciones. Es muy agradable cuando valoran tu trabajo. Mi hija terminó una carrera universitaria y mi hijo entró apenas a la universidad", presume.
Lupita tiene 12 años de policía, de sus 42 años de vida, forma parte de un grupo de choque, manifestaciones, desalojos, ambulantaje. Ha sido víctima de violencia física y verbal. Le han metido la mano hasta donde no se debe, la han escupido, empujado, golpeado, insultado, humillado, le han gritado puerca, sucia, vendida, ¡eres del pueblo, eres una maldita!
Lupita se ha perdido de festivales de escuela de sus hijos, para ella no hay celebraciones de ningún tipo, tiene jornadas de 24 horas sin descansar ni comer y siempre está al pie del cañón.
Lupita se despide de sus hijos todas las mañanas, pero no sabe si volverá a ver sus caritas amorosas. Saben el riesgo que corre su mamá y la bendicen, y la esperan pacientes a que vuelva cansada por la noche.
"No todas las mujeres policías somos lesbianas, la gente piensa que porque andamos armadas y en botas nos gusta ser marimachas. No, yo estoy aquí porque creo en la justicia, en la ley. Tenemos una constitución y hay que hacerla respetar”, dice.
“Mis compañeros también nos hacen pasar malos ratos, creen que no podemos o debemos trabajar junto a ellos. Hay mucho acoso sexual, misoginia y poco respeto. No son todos, hay algunos que no dicen ni hacen nada, pero son más los que nos quieren ‘dar una lección’. Sin duda, nos defendemos del enemigo en la calle y en los vestidores”, agrega.
La próxima vez que usted insulte, ofenda o intente golpear a una mujer policía, recuerde que es hija, madre, hermana, abuela, tía, vecina y sobre todo, un ser humano que cumple con su trabajo. Que también tiene una familia que la espera, que tiene sueños y ganas de irse a una playa, a un bosque o solamente a un silencio en su habitación.
Nuestras casas y calles están protegidas por ellos, la policía de la que tanto nos quejamos, pero de la que siempre precisamos.