Las cosas pueden cambiar en menos de un minuto. Pueden estar cruzando un río y que una crecida los arrastre, trabajar en una autopista y en cuestión de segundos ser arrollados por un vehículo a alta velocidad. Se puede romper el árbol que los sostiene o caer junto al cerro desgajado que exploran. El rumbo puede virar en cualquier momento cuando se trata de arriesgar la vida por alguien.
Por enfrentar mejor que nadie las situaciones de crisis, un grupo de 13 elementos capacitados en extracción vehicular, son desde noviembre del año pasado bicampeones a nivel nacional y forman parte de los 624 elementos de la Policía Federal preparados en disciplinas como trabajo de rescate vertical, tratamiento de residuos químicos, atención subacuática y control de incendios. En momentos cruciales y emergencias mayores, ellos logran salvar vidas.
En menos de cinco minutos, este agrupamiento logra evaluar un accidente, cortar un vehículo, sacar a la víctima y ponerla a salvo, como lo marca el protocolo.
Para hacerlo, la coordinación y el liderazgo son una parte importante, incluso para su propia sobrevivencia. Por ello, una parte fundamental de pertenecer al equipo es entender que si van diez, tienen que regresar diez.
El “Cuarto Agrupamiento” de la Unidad de Rescate de la PF ha estado en emergencias como la explosión de la Torre Pemex, los huracanes ‘Ingrid’, ‘Manuel’ y ‘Patricia’, el terremoto de Haití y Guatemala y la explosión del hospital infantil en Cuajimalpa, a donde llegaron en 15 minutos.
Sin embargo, uno de los rescates que más demanda en experiencia les ha significado fue la volcadura de un autobús en la México-Puebla, que terminó atorado en un despeñadero, con riesgo de caer a una barranca de 150 metros de profundidad.
Al llegar, el equipo con ocho años de experiencia, realizó la primera parte del protocolo de seguridad que se maneja en caso de emergencias. Se prepararon con sus guantes blancos de atención hospitalaria, debajo de los rígidos que utilizan para la extracción de lámina y vidrios. Tomaron las herramientas con las que deben hacer cortes certeros a los autos para extraer víctimas, antes de que las bolsas de aire se activen causando más lesiones a las personas, y realizaron una primera evaluación para observar la vulnerabilidad de la zona y minimizar todos los riesgos.
El incidente fue peligroso por la vida de 33 víctimas que estaban en riesgo en un terreno en vertical y el combustible que se derramaba no facilitaba el rescate.
“La valoración del terreno era complicada porque estábamos en una zona demasiado resbalosa y el vehículo anclado en un árbol a punto de desprenderse. No podíamos neutralizarlo y mis compañeros pusieron en riesgo su vida por extraer a los heridos uno por uno”, comenta Édgar Bernardo Pérez, suboficial.
Este tipo de accidentes, les demuestra que la capacitación es apenas una parte de su formación y otra es la experiencia ante esas emergencias inimaginables, que se suma a la vocación de servir a la población.
Este equipo sigue su preparación para consolidarse como los mejores, dos de ellos están en Ecuador para realizar labores de rescate, tras el terremoto.
“Siempre al término de cada actividad nos reunimos y vemos qué hicimos bien o mal. El punto es mejorar, salvar vidas”, dice Alberto Islas Carrillo, jefe de departamentos de la Unidad de Rescate.