La mitad de las actividades que tenemos son hábitos. Algunos son saludables y otros no.
Ejemplos de hábitos dañinos son: comer azúcar en exceso, abusar del alcohol, rumiar mentalmente sobre nuestras preocupaciones. Nuestro cerebro utiliza los hábitos para ahorrar energía. Al automatizar las actividades crea conexiones neuronales más rápidas.
Una parte de nuestro cerebro se encarga de estas reacciones automáticas y habituales: reacciones físicas, como los reflejos; reacciones emocionales, como el miedo nos lleva a luchar o huir; o pensamientos automáticos que por repetición se instalan en nuestras respuestas. Esto hace que los hábitos sean difíciles de cambiar, aun cuando tengamos toda la intención de hacerlo. Es difícil modificarlos, porque las conexiones neuronales creadas por la fuerza del hábito son fuertes, pero no es imposible reemplazarlos por otros más útiles.
Cambio de hábito
La clave está en hacernos conscientes de nuestro comportamiento y las actividades que se han vuelto automáticas e inconscientes. Debemos traer a nuestra conciencia lo inconsciente, es como hacer visible lo que escapaba a nuestra visión. En cuanto ponemos atención a lo que hacemos, con aceptación total, sin juzgarlo, entonces tenemos la oportunidad de elegir entre continuar haciéndolo o cambiarlo. Por ejemplo, quizás te muerdes las uñas cuando estás nervioso o en momentos específicos del día, como cuando tienes que hablar con tu jefa.
Al concientizarte de esto, la próxima vez que surja la tentación de morderte las uñas, si pones atención a tus sensaciones físicas y permaneces con ellas unos momentos, tienes la oportunidad de romper la ruta neuronal creada con el hábito. Entonces, rompes el hábito, sobre todo al repetir lo anterior. En este caso, es necesario aprender a identificar y quedarse un poco con la sensación desagradable que produce hablar con la jefa.
Ejercicio
Haz unas cuantas respiraciones profundas antes de comenzar, para hacerte más consciente de tu cuerpo, tus pensamientos y el lugar donde estás. Tómate unos momentos para reflexionar acerca de estas tres preguntas:
¿Qué es lo que más te importa en la vida? Puedes preguntarte cómo sería una vida llena de paz y bienestar. Podría ser tener relaciones enriquecedoras y significativas. O manifestar toda tu creatividad. Imagina que ya conseguiste eso. Date cuenta de cómo se siente en tu cuerpo. Imagina y siente cómo es vivir de esta manera. Cuando lo hayas hecho, haz una respiración larga y profunda y pasa a la siguiente pregunta.
¿Qué te impide vivir de acuerdo con eso que es tan importante para ti? ¿Es un comportamiento, un sentimiento, lo que te impide estar completamente satisfecho, lo que te hace sentir ansioso, culpable, avergonzado? Podría ser el fuerte deseo de tener algo que aún no tienes. O algo que no puedes obtener.
O bien, estar distraído, estresado o desconectado la mayor parte del tiempo. Piensa en esto sin juzgarlo o juzgarte, abierto a lo que surja.
Nota cómo se siente tu cuerpo. Respira profundamente antes de pasar a las siguiente pregunta.
¿Qué comportamiento te gustaría modificar? Piensa en las ganancias de dejar un mal hábito o integrar uno bueno. ¿Qué pasos podrías tomar para cambiar este hábito? Piensa en acciones concretas: “Cada día, después de desayunar…” o “Siempre que esté tentado a postergar el trabajo…” o “Cuando surja un obstáculo, voy a…”. Mantén a la vista un registro de las veces en que cumples con estas intenciones. Esto te ayudará a llegar a tu meta.
Poner atención a aquello que deseamos modificar es el primer paso para conseguir el cambio. Las tres preguntas anteriores te guían para definir un plan de acción hacia nuevos hábitos.
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