Un estimado amigo tuyo perdió el trabajo. Quizás no está en tus manos resolver el problema o hacerlo sentir mejor. Sólo puedes acompañarlo, entenderlo, estar con él, responder con comprensión y serenidad a su circunstancia. Lo que con seguridad no harías es tratar de hacerlo sentir peor, criticarlo, condenar sus actitudes, exagerar las consecuencias de la situación, reprocharle sus acciones o echarle en cara sus errores.
Para tu sorpresa y la de muchas personas, esto último es lo que con frecuencia hacen muchos, no con los demás, pero sí consigo mismos. Se dan una verdadera paliza y se atacan ferozmente ante la adversidad. ¿Cómo lo hacen? Haciendo juicios severos sobre sí mismos, planteándose expectativas poco realistas, lamentándose, reprochándose sus errores y exagerando las dificultades que enfrentan. Pero también están los que, en lugar de maltratarse, se tratan con comprensión y gentileza.
¿Qué beneficios obtienes al tratarte mejor?
Tienes menos estrés.
Contribuyes a tu estabilidad emocional y percibes la vida como menos problemática.
Te sientes más fuerte para hacer frente a la adversidad, para levantarte si caes, sobre todo ante situaciones de rechazo, fracaso, pérdida o separación.
Ves la vida con mayor optimismo.
Te sientes más satisfecho con tu vida.
Evitas caer en depresión o ansiedad.
Decálogo para dejar de maltratarte.
Afirmar lo siguiente puede ser el primer paso para darte un trato más amable y dejar de ser cruel contigo mismo. Repite las siguientes afirmaciones, que te ayudarán a recordarte, ahora y en todo momento, cómo ser más generoso y comprensivo con la persona más importante en tu vida: tú mismo:
Evito criticarme o condenarme innecesariamente. Me trato con gentileza porque lo merezco.
Entiendo que tener que resolver problemas no es algo terrible que sólo me sucede a mí, como si fuera una maldición. Acepto el hecho de que todos enfrentamos dificultades.
Me niego a causarme malestar y estrés innecesario. Dejo de culparme, recriminarme y ver las cosas de manera catastrófica. Me niego a hacer una tormenta en un vaso de agua.
Respondo con amor, amabilidad y comprensión a mis fallas y a los retos que enfrento.
Me esfuerzo por mantener la serenidad ante los desafíos. No me dejo avasallar por sentimientos y pensamientos negativos. Así tengo más claridad para resolver los problemas.
Me trato con especial gentileza en los días malos y ante las situaciones más difíciles.
Me trato a mí mismo con la misma bondad y comprensión con que trato a un ser querido cuando está lidiando con el dolor y la adversidad.
Siempre deseo lo que es bueno para mí. Hago lo necesario para estar bien o mejor de lo que ya estoy.
Acepto humildemente mis errores e identifico mis malas acciones. Pero reconozco que no necesito castigarme o maltratarme para mejorar.
Admito que una actitud comprensiva me motiva a seguir intentando lo que me proponga para hacer mejor las cosas.
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