Tu imagen corporal es producto de creencias, ideas, percepciones y sentimientos con respecto a tu apariencia. Esta imagen se deriva de tus experiencias en la niñez, en tu familia de origen; de tu personalidad y las influencias de tu entorno. Algunas personas están más satisfechas con su imagen corporal, mientras que otras manifiestan una clara preocupación por su peso y figura. Dos personas pueden tener un cuerpo muy parecido y una de ellas podría dar mayor importancia a su talla y silueta que la otra, lo que indica que la satisfacción o insatisfacción por la imagen corporal depende de la apreciación personal y de la importancia concedida a este aspecto de la personalidad.
En revistas, televisión, comerciales y películas se refuerza el concepto de lo considerado atractivo, usualmente la esbeltez. Esto contribuye a que nos creemos una idea de lo bello y aceptable, y de lo feo y reprobable. La comparación con personas de cuerpos perfectos, poco apegados a la realidad, provoca vergüenza, culpa y autodesprecio. Entonces surge la insatisfacción con el propio cuerpo, distorsión de la imagen corporal y baja autoestima.
La insatisfacción corporal puede ser caldo de cultivo para la bulimia y la anorexia. Además, el culto al cuerpo promueve el narcisismo y el perfeccionismo: excesiva atención al peso y la figura, control total de la silueta y la exigencia de lucir perfecto. El extremo de esta actitud es el Trastorno Dismórfico Corporal, una incapacitante preocupación por un defecto leve o imaginado en el aspecto físico.
Como medida preventiva ante este riesgo, cada vez más presente, he aquí algunas ideas que promueven la aceptación de tu imagen corporal:
Ve el vaso medio lleno. Concéntrate en lo atractivo de tu imagen, de tu cuerpo, en lugar de buscar los defectos. Da mayor peso a eso con lo que te sientes bien: tus ojos, piernas, labios o manos. Agradece a cada parte de tu cuerpo por permitirte caminar, bailar, nadar. Toca cada parte y dile “gracias por…”.
Deja de compararte. Cuando comparas tu cuerpo con el de otras personas, terminas sintiéndote mal. No importa si la comparación es con quienes te parecen más o menos atractivas. Al compararte con alguien a quien consideras más atractivo, sales perdiendo, pues te sientes inferior. Si te comparas con alguien a quien consideras menos atractivo que tú, también sales perdiendo, pues eternizas el juego de la comparación. Tarde o temprano te tocará estar en el mismo lugar que esa persona a quien consideras inferior.
Renuncia a la obsesión. Evita revisarte en el espejo constantemente para encontrar defectos en tu figura o en tu rostro. No es una buena idea tomar medidas de tu cuerpo y revisar tu peso incesantemente ni comparar tus fotos anteriores con las actuales. Esto sólo alimenta tu obsesión.
Expande tus intereses. A veces, estar demasiado enfocado en tu apariencia puede hacer que pierdas interés en otras cosas: pasatiempos, grupos sociales, deporte. En la medida en que te involucres en actividades ajenas al cuidado de tu apariencia, enriquecerás tu vida y fortalecerás tu sentido de valía. Así, tu imagen corporal no será la única razón, o la más importante, para sentirte valioso y merecedor de afecto.
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