Con frecuencia me consultan personas que se encuentran en relaciones poco convenientes y algunas incluso tóxicas. Me sorprende que, a menudo, dejan pasar mucho tiempo antes de consultar a un psicólogo o terapeuta. Sufren su relación, pero se quedan en ésta por diversas razones. He aquí algunas de ellas:
Indiferencia. Por estar atentos a otras cuestiones, muchos no advierten cuán insatisfechos están con su relación de pareja, hasta que ésta se vuelve insoportable o se ha deteriorado seriamente. Es como si estuvieran inmersos en un caldero en el que el agua se calienta gradualmente, así que no la sienten hasta que se calentó demasiado y comienza a quemar.
Autoengaño. Los seres humanos nos engañamos con gran facilidad. A pesar de que nos damos cuenta de que algo no está bien, aparentamos que las cosas marchan a la perfección. Una forma en que lo hacemos es racionalizando e ignorando nuestros sentimientos más profundos.
Prioridades. Aun cuando tenemos conciencia de que algo está mal en la relación, le damos prioridad a otros aspectos de la vida: el trabajo, la productividad, cuestiones sociales, los hijos. Estamos demasiado ocupados para atender el asunto de la pareja. Siempre hay algo más importante de qué ocuparse. Pensamos que las cosas se solucionan mágicamente tan sólo con el paso del tiempo. O postergamos la solución para un momento más oportuno, sólo que ese momento nunca llega.
Comodidad. El temor al cambio y a lo nuevo nos lleva a permanecer en la zona de confort. A pesar de no ser tan cómoda ni satisfactoria, una relación conocida es preferible a aventurarse a un nuevo comienzo. No queremos echar a la basura el tiempo y energía invertidos en la relación, aunque ésta sea insoportable. El temor de que lo desconocido resulte peor lleva a muchos a sacrificar su bienestar, sufrir ansiedad y depresión, antes que encarar la ruptura y separación.
Rara vez sucede que lo nuevo resulta peor, pero esto sólo se descubre una vez que se hizo el cambio. Curiosamente, cuando las personas finalmente salen de su zona de confort, encuentran mejores condiciones de vida y relaciones más gratificantes.
Temor al fracaso. ¿Quién tiene más probabilidad de ser feliz, el que se queda en una relación inconveniente o el que busca su felicidad en una relación nutritiva? Quien teme al fracaso también tiene miedo al qué dirán y busca la aprobación ajena. Algunas personas no se divorcian por temor a la desaprobación por parte de personas significativas en su vida. Me pregunto si es más feliz quien depende de la opinión ajena o quien elige libremente cómo vivir.
Falsas creencias. “No me siento satisfecha con mi relación, pero sería peor no tenerla”. Esta creencia sólo refleja el miedo a la soledad. “Buscar mi bienestar en una mejor relación es egoísta”, una creencia mal enfocada. Uno tiene que procurarse a sí mismo para poder cuidar y dar a los demás. Se trata de un egoísmo sano alejado del sacrificio e individualismo. Desatender las propias necesidades y sacrificarse por los demás genera resentimiento, que tarde o temprano “le pasa la factura” a la relación (Barranger, 2003).
Si te encuentras en una relación desfavorable o perjudicial valdría la pena buscar ayuda en un terapeuta o psicólogo para mejorar tu situación. Como en todas las cuestiones de salud, identificar a tiempo lo que no va bien nos permite evitar mayores complicaciones. Una intervención oportuna evita que el problema crezca hasta volverse difícil de manejar. Las relaciones no tienen por qué sufrirse. Cuando se sufren, en definitiva, algo no marcha bien. A veces es necesario abandonar un camino sinuoso para encontrar nuevas rutas hacia el bienestar.