Ya había consultado dos médicos y un cardiólogo. Los estudios revelaban el perfecto funcionamiento de todos sus sistemas. Sin embargo, él no lo creía. Tomás, un comerciante de 32 años, la pasaba muy mal: con mayor frecuencia sentía preocupación por algo desconocido, una sensación vaga e inexplicable de peligro. En diversas situaciones sentía una gran urgencia por volver a la seguridad de su casa, pues pensaba: “Algo malo me podría suceder”.
Esta incomodidad lo llevaba a un estado de aprensión y, en ocasiones, de pánico. La incertidumbre se volvió insoportable. Después de todo, ¿a quién le gusta experimentar palpitaciones, sudoración, respiración agitada y náusea sin razón aparente? Agreguémosle a esto los pensamientos surgidos de los síntomas: “Me voy a volver loco” o “Me va a dar un ataque cardiaco”. Tomás llegó a consulta psicológica desesperado, convencido por un amigo que le compartió su experiencia al consultar a un terapeuta.
El origen. Como más de 4% de la población mundial que sufre desórdenes de ansiedad, Tomás padecía de ansiedad generalizada con agorafobia, miedo a estar en espacios públicos. El origen de su padecimiento tiene una serie de factores: un estilo de vida estresante, falta de ejercicio, alimentación poco sana, aislamiento social, desvelos frecuentes y años de abuso de alcohol y tabaco.
Varios estudios indican la relación entre los trastornos de ansiedad –sobre todo agorafobia, ansiedad generalizada y ataques de pánico– y el abuso extendido del cigarro, que provoca una reducida capacidad respiratoria.
También está en los genes. Los expertos en el tema Elliot y Smith (2004) reportan que el 25% de las personas cuyos familiares tienen un trastorno de ansiedad, desarrollan un desorden del mismo tipo. Tomás formaba parte de ese porcentaje: su madre había estado en tratamiento farmacológico para lo que en ese entonces identificaron como “nerviosismo”. Algunos nacen con un temperamento nervioso e inestable y reaccionan con facilidad a lo que perciben como una amenaza. Estas personas experimentan
Las experiencias tempranas. Pero había otro factor determinante en su tendencia a la ansiedad:
Una infancia con padres aprensivos, controladores, demasiado críticos, distantes, alcohólicos o violentos física y verbalmente, facilita la aparición de trastornos de ansiedad en la edad adulta. El aprendizaje por imitación también determina que se sufra de ansiedad o no. Recordemos, los niños absorben como esponjas las conductas de los padres y, en su caso, Tomás copió algunas de las actitudes aprensivas de su madre y actuaba en consecuencia.
El tratamiento psicológico de Tomás fue la Terapia Cognitivo-Conductual, la indicada para los trastornos de ansiedad. La intervención psicológica consistió en manejo de su respiración, cambios en su diálogo interno, modificación de hábitos, información sobre su padecimiento y eliminación de ideas irracionales. Hoy, Tomás ha aprendido a manejar sus estados de ansiedad, avanza en sus negocios, ha mejorado sus relaciones, viaja y ha retomado las actividades al aire libre que antes disfrutaba.