Una mujer sube al autobús para ir al trabajo, echa una rápida mirada a los asientos disponibles: hay tres lugares libres, todos en la misma fila, dos de ellos contiguos y uno más al lado de un hombre.
¿Qué lugar seguramente escogerá la mujer para sentarse: junto al hombre o en uno de los dos asientos juntos libres? Seguramente lo hará en uno de los dos lugares contiguos. ¿Qué la lleva a tomar esta decisión? ¿Qué es lo que pasa por su mente en fracciones de segundo para que su conducta se dirija en una u otra dirección?
Algunos de los elementos que muy probablemente influyan en su decisión son su cultura, género, estado de ánimo, edad, personalidad, sus temores y otras emociones, entre otros. Sin embargo, quizás un factor esencial en su decisión sea su necesidad de espacio personal, es decir, el espacio entre ella y los demás.
Tendemos a marcar nuestro territorio
En otro lugar, una familia se dispone a disfrutar de un día de campo en un área dedicada para ese propósito. Los niños se dedican a jugar, mientras los adultos ordenan el espacio que van a ocupar; para ello utilizan manteles y canastas que extienden debajo de un árbol, limitando el espacio que necesitan.
Las otras familias o grupos de personas comprenden que no pueden ocupar el mismo árbol para situarse; si se colocaran bajo el mismo árbol, la primera familia podría sentirse invadida en el territorio que ya marcó.
Como con la mujer en el autobús, la familia defiende su territorio: las otras familias en el área de picnics comprenden que la primera familia necesita un espacio entre ellos y los demás, y generalmente lo respetan.
En nuestra interacción con extraños tratamos de proteger nuestra “burbuja privada”, la cual nos da seguridad, y ante la irrupción del otro, nuestra reacción común es la de alejarnos o defender el espacio personal.
La invasión del espacio personal
En relaciones más cercanas, como en el caso de la pareja, el uso del espacio puede ser causa de conflicto. Cuando dos personas comparten la misma casa, una de ellas, o las dos, pueden llegar a violar, invadir o contaminar el espacio personal de la otra.
La invasión puede consistir en estar demasiado tiempo encima del otro, a la utilización de ropa o utensilios, al área de trabajo, incluso a las actividades personales de relajación o deporte, como el gimnasio.
Al invadir el tiempo o contaminar el espacio de otro, transmites la idea de que no respetas los límites, que te apoderas del espacio de los demás, pero también que no te molesta que los otros violen mi territorio.
En el caso de la pareja, debido a la cercanía y la convivencia constante, marcar límites es necesario si se quiere mantener una relación sana. Es preferible que la comunicación sea clara y directa para evitar la confusión o los malos entendidos.
El espacio personal tecnológico
Hoy en día, es muy común que uno de los miembros de la pareja revise el teléfono celular, los mensajes enviados y recibidos por correo electrónico, o su interacción en facebook. Este es un nuevo tipo de invasión que muestra falta de respeto y ausencia de límites. Más de una pareja ha terminado su relación por este motivo.
Es tan importante respetar como defender el espacio personal en diversos contextos: proximidad física, invasión de lugares bien delimitados y privados, redes sociales y teléfonos celulares. Estar atento a los límites impuestos por otros a través de sus gestos y su lenguaje corporal y establecer límites adecuados de forma clara y directa nos ayudan a tener mejores relaciones.