Mi amigo Sebastián vive ahora lo que siempre soñó y que por miedo, durante muchos años, no se atrevió a confesar.
Nació siendo Gabriela, una niña bonita, menudita y muy inteligente. Desde pequeña, su mamá siempre decía que era muy "adelantada" para su edad y para los niños de su edad.
Creció en un ambiente cotidiano. Una escuela como todos, alimentación sin ninguna distinción o variación diferente a la de sus hermanos. Sus juegos eran como los de cualquier infante/ adolescente. Nunca fue lo que llaman “marimacha". Celebró sus 15 años con vals, chambelanes y partidita de pastel y entre vivas y hurras gozó su paso de "niña a mujer". Igual que todas las de su edad.
Más tarde se dio cuenta que le gustaban las mujeres y pues, empezó a salir con una, después con otras y descubrió que lo suyo era estar con una mujer y eso la hacía sentir plena.
Pero había algo dentro de ella que no la dejaba en paz y la tenía inquieta. No era como todas las lesbianas. Algo no encajaba. Desde que se abrió con su familia y amigos contó —hasta la fecha— con todo su apoyo. No se hablaba del tema, pero dentro de esos convenios silenciosos se sentía apoyada y respetada.
Su mente ágil e inquisitiva le hacía mucho ruido en la cabeza y le exigía explicaciones a dudas que llevaba dentro y que no le permitían vivir tranquila. “Vivía atrapada en un cuerpo que no me correspondía y eso no me permitía estar o sentirme plena".
Sí, sus genitales y su apariencia eran los de una mujer. Vestía de manera convencional y sus actividades no variaban del resto de sus amigas o compañeras en las relaciones de pareja que tenía en ese momento.
"Soy hombre", admitió ella misma y decidió hacer algo al respecto. Investigó, buscó respuestas, opciones, ayuda. Indagó dentro de su mente mucho más allá y tomó la determinación que la llevaría a lo que es hoy en día.
Hoy es Sebastián, el chico que siempre soñó ser y que dentro de ella le gritaba, le exigía vivir.
Después de terapias sicológicas y asesoría de grupos de ayuda a personas transgénero comenzó su tratamiento hormonal y la aplicación de testosterona.
Su apariencia física cambió. Su voz se tornó más grave y la aparición de vello en la cara y piernas.
El siguiente paso fue quitarse los senos. Aunque al principio las cicatrices le dejaron un mal sabor de boca, con el tiempo y un par de cirugías más adelante, es imperceptible la huella de la operación.
Cambió oficialmente de nombre y ahora tiene documentos que lo respaldan con una nueva identidad y que lo convierte en un ciudadano más y con los mismos derechos y obligaciones que debemos seguir, no sólo como habitantes de un país, sino de todo el mundo.
Es un hombre productivo. Gracias a su inteligencia y a sus habilidades, tiene un buen trabajo donde se le respeta por sus capacidades y no por su "condición" de hombre trans. Es divertido, coqueto, dicharachero y le gusta la fiesta y pasarla bien con amigos que le quieren y respetan.
Por ahora, no se complica tanto la existencia y disfruta mucho el ser libre y ser finalmente esa persona que siempre —dice él— vivió por muchos años habitando en su cuerpo y en su mente, y que ahora vuela alto y en una tremenda y muy gozada libertad.
Sabe que el camino más adelante no será tan sencillo porque aún hay que callar voces que vociferan transfobia, que se mantienen grupos que están en contra de demostraciones de vida que son diferentes a las suyas, pero eso no lo va a detener.
Yo no soy sicólogo, ni neurólogo, ni endocrinólogo, ni sexólogo, ni tengo autoridad moral para hablar del tema a profundidad, pero sí sé que el ver a mi amigo realizar su vida y sus sueños me hace tan feliz como a él.
Junio es el mes del orgullo homosexual y aunque aún hay grupos del colectivo LGBT que no consideran a los transgéneros como parte del mismo, sí deben ser incluídos como parte de la diversidad, creo yo.
Hay muchos transgéneros como Sebastián, que viven una pesadilla dentro de sus propios cuerpos y mentes, y que por falta de información y/o valor, no se atreven a salir a la luz y a la libertad. [email protected]