Qué habría sido de la historia si los Reyes Magos... Para empezar, no hubieran viajado en caballo, camello y elefante. Grandes y cómodos carruajes con ventanas decoradas en finísimas telas orientales.
Paradas obligadas en cada pueblo durante el camino para cambiarse de ropa y echarse un bañito fresco. Mandarían a sus criados a buscar el bar de moda en algún ranchito y se ligarían a los chavitos locales comprándolos con mirra, incienso y oro.
Un carro sería solamente para sus trajes y joyas. Obvio, uno para cada uno. Criticarían cuanto pueblo se cruzara en su viaje y dirían que de dónde vienen, las calles no son tan sucias y que la gente viste más moderna.
Comprarían cuanta chuchería vieran en mercados, tiendas y orillas de carreteras. Llegando al pesebre, lo primero sería hacer fuchi de ver en qué condiciones tenían al bebé recién nacido. De inmediato sacarían los regalos carísimos y mandarían a sus sirvientes a bañarlo y a ponerle ropas limpias y de marca.
A María, le harían enseguida un "makeover" o lo que es lo mismo, un cambio de imagen. Corte de pelo, mani-pedi, nueva prendas de vestir, zapatos y sobre todo, consejos de cómo bajar la panza con ejercicios prácticos y sencillos.
No faltaría que uno de los tres "hombres sabios" le tirara el perro a José con coqueteos sutiles y toquecitos suaves a sus marcados músculos, consecuencia de la carpintería y la vida ruda.
Baltazar, por ser el morenazo del grupo, sería la sensación en Belén y los lugareños harían fila para probar las mieles de tan hermoso rey de ébano. El pesebre sería convertido en un "loft" con todas las comodidades y servicios dignos de una familia real. Nada menos que del Rey de los Judíos. Cositas por aquí y por allá. Lo más nuevo en decoración, en jardinería y en recetas de cocina para modificar la alimentación de la nueva madre y del recién nacido.
Los tres reyes hubieran organizado tremendo reventón para presentar al niño al público y la fiesta terminaría en trasnochada tipo "after" con música sin parar y repartirían 'recuerditos' hechos con sus manitas en honor al festejado.
Viandas, vinos y ricos postres se servirían sin parar y no faltaría la tomada de selfies (hechas a mano, claro) y el intercambio de recetas con los chavos gays de la localidad.
Dejarían más de un corazón destrozado y emprenderían el viaje rumbo a otro pueblo buscando dónde hacer otro evento para lucirse como los mejores anfitriones y organizadores de pachangas inolvidables.
Llegando al Río Jordán pararían la caravana para verse reflejados en sus aguas y darse cuenta que sus cachetes aumentaron lanzando tremendo grito y prometiendo no comer nada hasta llegar al próximo pueblo. Si los Reyes Magos hubieran sido gays.