Resurgen las leyendas del Divo de Juárez

Sexo 09/09/2016 05:00 Raúl Piña Actualizada 05:05
 

El Divo de Juárez no tiene ni dos semanas de haber partido y ya empiezan las historias a su alrededor.  Las leyendas a su persona.  El mito al ídolo.

En la historia del espectáculo mexicano, sólo se consideraban a dos figuras verdaderos mitos: María Félix y Pedro Infante.

Ella era la mujer que todas las de su tiempo soñaban ser:  Atrevida, arrojada, brava, indomable, independiente, coqueta, soberbia, y más que todo, bella.

Él, de pueblo, hombre sencillo y de campo.  Guapo, pispireto, echador, cantador, macho, mujeriego, tomador, robamujeres, poliamoroso, bragado y compadre de todos. El amigo del pueblo.

Juan Gabriel es quizá, una combinación de  ambos y nos encontramos con todo lo que representan Infante y Félix en una sola persona.

Juanga era coqueto, libre, bailador, dicharachero, de mucho ambiente, inspirado, delicado, casi femenino.  Pero  tuvo hijos, tuvo mujer. Le pidió a Aída Cuevas que se casara con él tres veces. Ella rechazó las propuestas porque ya eran compadres —el hijo de ella era ahijado de Alberto— y respetaba mucho a su religión.  “Falla de cálculo, porque hoy sería su viuda”, dice Cuevas.

Las mujeres fueron esenciales en su vida.  Sus grandes amistades siempre fueron del sexo femenino.  Lucía Méndez, Olga Breeskin —murió sin perdonarla—,  Aída, Lucha Villa —de sus favoritas—,  Estela Núñez, Rocío Durcal, Isabel Pantoja, Rocío Jurado,  de quien recibió el bautizo como hijo de la Virgen del Rocío en España, y la enorme y fanática obsesión que tuvo con ese país. Creo sin duda, que le hubiese gustado haber nacido allá.  

Muchas de sus canciones tuvieron arreglos de "rumba flamenca" y sus mejores composiciones, las entregó a cantantes de aquellos lares.    

Jas Devael, quien asegura haber sido su última pareja, es nada menos que de Málaga.

El conductor de un programa de chismes, de apellido Origel, sostuvo en su programa de TV, que el cantante  tenía gente en el centro, norte y sur de la República mexicana, que le conseguían jovencitos para complacerlo. ¿Verdad o mentira?

Que Lyn May asegura fueron novios y hasta cama hubo.  ¿Será?

Que uno de sus hijos  es adoptado y los otro cuatro no. No, al otro día dicen que no, que uno es de él y los otros cuatro adoptados.

Que Televisa no lo vetó. Él veto a Televisa. Que se acostó con el marido de una de sus intérpretes y se acabó la amistad con ella.

Que cuando regresó después del retiro de 7 años, las canciones ya no eran las mismas porque había muerto el joven que se las escribía. 

Que las malas canciones, las de después del 85 o por esas fechas, son de él, y por eso son tan malas.

Muchos lo halagan por la métrica perfecta en sus letras y en su música, y hay algunos que pierden chambas por abrir la boca e insultarlo por sus botitas, no por   jotas, sino por nacas.  

Que quieren sus cenizas en Parácuaro. No, las queremos en Ciudad Juárez. No, que las lleven a Miami.  No.  Será en el DF.

3:21 pm del lunes 5 de septiembre, sus cenizas entraban con bombo y platillo, entre lágrimas y lluvia, vivas, hurras, porras, alabanzas, y alaridos de dolor, al recinto de Bellas Artes.

¿No que no?  A todos esos que le negaban la entrada al lugar más respetado de la cultura en el país, el mismo Juan Gabriel, como el Cid Campeador montado en Babieca —su caballo favorito—, ganaba su última batalla ya muerto.   Muerto sí, pero coronado por la gloria, por la fama, por el respeto, por la veneración, por la admiración y el amor que le tuvo siempre su pueblo.

Esto es sólo el inicio de lo mucho que nos espera en torno a su memoria.  Lo mejor de todo, su legado y la felicidad que nos regaló en cada una de sus canciones.  Sean de él, o no.

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