Los niveles de obesidad en el mundo son preocupantes y aún se desconocen muchas cosas de esta enfermedad, sobre todo respecto a sus causas y factores que influyen en su aparición. Una de las hipótesis que aparece en la percepción es que en buena medida se deriva de la adicción a la comida.
Un acercamiento a las sociedades modernas deja ver que cada vez más son las personas que comen excesivamente. ¿Cómo determinar que ello constituye una conducta adictiva? Esa es la pregunta.
Escena compleja
A diferencia del alcohol, drogas o tabaco, la comida es necesaria para vivir y, de acuerdo con Rebecca Goldin, directora de Investigación de STATS, organización que tiene como meta corregir la desinformación científica en los medios y en la política pública, “es muy arriesgado equiparar la adicción a las drogas con la adicción a la comida debido a que el alimento es necesario para vivir. El cerebro humano está programado de manera innata para buscar comida y consumirla, lo cual no sucede con el alcohol y las drogas”.
En la ruta de investigación, la especialista examinó la prueba Escala de adicción a la comida de Yale, creada por Ashley Gearhardt, William Corbin y Kelly Brownell.
Este examen evalúa las relaciones poco sanas del sujeto con la comida con base en los marcadores de adicción del Manual diagnóstico y estadístico de desórdenes mentales (DMS), que emite la Asociación Norteamericana de Psiquiatría con la idea de que la gente se comporta hacia la comida de un modo semejante a como lo hace con las drogas.
Evidencias comprometedoras
Las conductas que contempla se parecen mucho a las del cuestionario para alcoholismo:
Comer cada vez más o por mayores periodos de tiempo; deseo persistente de disminuir el consumo, sin resultados; síntomas de abstinencia cuando deja de comer; pasar mucho tiempo comiendo o recuperándose de haber comido en exceso; reducción o renuncia a actividades importantes por comer; tolerancia a la comida y continuar comiendo mucho, a pesar de las consecuencias.
Si, además de experimentar estrés en la relación con la comida, la persona presenta tres de los síntomas anteriores, al cabo de un año puede, según la prueba de la Universidad de Yale, ser diagnosticada como adicta a la comida.
La doctora Goldin se opone al uso de esta prueba por considerarla poco exacta. Se pregunta, por ejemplo, que así como el hecho de intentar abandonar el alcohol, sin lograrlo, sin duda sugiere una dependencia a dicha sustancia, ¿podría decirse lo mismo de una persona que intenta hacer dieta y la rompe continuamente?
Sin embargo, Goldin admite que el cuestionario puede ser útil para que muchos identifiquen los obstáculos que les impiden bajar de peso, pero insiste en que el consumo de drogas y el de alimento son dos conductas de naturaleza distinta que no deberían medirse bajo los mismos parámetros.