Los pétalos de sus flores hilan corazones. Cada ramo que Lucía Nieto engalana y ofrece en la esquina de Humboldt y Juárez, se transforma en una historia de amor. Memorias que frente a sus ojos, y desde su puesto, llenan un carrusel de recuerdos.
Cada vez que un hombre le dice a Lucía que con las flores que le compró hace 20 años convenció a su novia para que se convirtiera en su esposa, a ella le florece la mirada.
“Dicen que cuando a uno le gusta lo que hace, no siente cansancio. Siento bonito vender flores y con ellas, felicidad", comenta la mujer de 49 años, quien desde hace 25 años, junto a su esposo Valentín Saloma, se levanta diario a las tres de la mañana para recoger el cargamento lleno de colores.
Antes de que amanezca, recorren las calles de la ciudad para recolectar en la Central de Abastos y del mercado de Jamaica el cargamento que viene directo de los invernaderos.
Tanto para Lucía como para Valentín, este es un esfuerzo grande y un trabajo pesado que vale mucho la pena.
Antes de empezar el día, las rosas que vienen de Puebla, las gerberas de Villa Guerrero, las lilys de Chapingo y las campanolas de Texcoco se refrescan frente a los ojos de oficinistas y enamorados que son quienes más las buscan.
“Hay gente que me dice que anda muy triste, pero que con una flor se alegra el día. Por eso, siento mucha satisfacción de hacer feliz a la gente y las arreglo más bonito. En serio, me gusta mucho mi trabajo”, presume Lucía.