Entonces figuran rostros conocidos como el de Joan Manuel Serrat, Ricardo Darín, José Tomás, Andrés Calamaro, Ariel Rot, Leyva... Aparece también Jimena, su pareja, y sus hijas Carmela y Rocío. Todo parece un sueño, un alegre funeral, un punto final como encore.
“Cuando no sepa la orquesta la canción que te escribí / cuando las casas de apuestas no den un euro por mí / cuando cierren las cantinas y el laurel de mi corona sea de espinas... Aún voy a guardar un último vals para ti”, remata el español, quien seguramente cantará estas líneas en sus conciertos del Auditorio Nacional el próximo 1, 4, 10 y 12 de febrero.
Si nunca han visto a Sabina en vivo, háganse un favor y vayan a despedirse del maese, les prometo que no se van a arrepentir: ¡Es música, es teatro, es un hotel de paso, es amor, es poesía, es una cantina!
El videoclip de ‘Un último vals’ describe este trabajo dirigido por Fernando León de Aranoa como: “Un homenaje a todas y cada una de las personas que forman (y han formado parte) de su vida”.
Pero no es solo eso, también tiene un sabor al día final: “Cuando el otoño esté más loco que una cabra / cuando cenes en el bar del hospital / cuando ensayen los colegas las palabras que dirán el día de mi funeral... No olvides guardar un último vals para mí”.
Y es que se vale guardar un último dardo, una última canción y despedirte del mundo con música y un último trago. Porque ya lo dijo Gabriel García Márquez mejor que nadie: “Soñé que asistía a mi propio entierro, a pie, caminando entre un grupo de amigos vestidos de luto solemne, pero con un ánimo de fiesta. Todos parecíamos dichosos de estar juntos. Y yo más que nadie, por aquella grata oportunidad que me daba la muerte para estar con mis amigos de América Latina, los más antiguos, los más queridos, los que no veía desde hacía más tiempo. Al final de la ceremonia, cuando empezaron a irse, yo intenté acompañarlos, pero uno de ellos me hizo ver con una severidad terminante que para mí se había acabado la fiesta. «Eres el único que no puede irse», me dijo. Sólo entonces comprendí que morir es no estar nunca más con los amigos”.