Este concierto de Paul para mí significó cerrar el círculo perfecto con The Beatles, una relación de toda una vida con ellos. Ya no puedo pedirles nada más. Pude escuchar ‘Now and Then’ en vivo, la última pieza de los cuatro fabulosos, y regrese o no McCartney a México, me siento satisfecho de haberlo visto en el Corona Capital a escasos metros de la tarima y poderle gritar, con las pocas fuerzas que me quedaban en la madrugada del ya lunes: ¡Gracias Paul! ¡Gracias por todo!, por acompañarme desde la cuna. ¡Gracias ‘Bitles’, los amo! Y es que vale la pena hacer una acotación. Cuando invitó a pasar al escenario a St. Vincent en ‘Get Back’, Paul la anunció y la hermosa cantante se lució haciendo la parte de John Lennon en voz y guitarra (¡se rayó!). El estadio la ovacionó porque fue sorpresiva su presencia. Pero con Jack White aún fue más emocionante porque ni siquiera lo presentó: Sabíamos que ya era la última canción de la noche, con la que Paul lleva cerrando sus conciertos desde hace décadas: ‘Golden Slumbers’ + ‘The End’.
En la parte final, luego del breve solo de batería de Abe Laboriel, hay un juego de solos de guitarra que todos conocemos. Pues hasta esos segundos finales apareció Jack con su guitarra negra. La gente poco a poco se fue dando cuenta que había un ‘intruso’ en el escenario (bueno dos porque también regresó St. Vincent) y la emoción se multiplicó hasta las lágrimas: “¡Es Jack! ¡Es Jack!”, gritamos todos, vueltos locos, como en un manicomio. Todo ello era un amoroso duelo de guitarras hasta que Macca marcó el final para despedirse de todos, como algún día lo hizo con The Beatles, con esa misma canción, con esa misma frase que engloba todo el universo beatle: “Y al final, el amor que recibes es igual al amor que haces”.