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Clapton es un sobreviviente del rock. Los excesos lo perdonaron, quizá hubiera sido un digno miembro del Club de los 27, pero no fue así y a sus casi 80 años que cumple en marzo entrante, sigue llevando al nirvana a sus fieles seguidores.
Su show es discreto. Clapton es discreto y de pocas palabras, su guitarra habla por él y ella sí lo canta todo. El músico no tiene tampoco la necesidad de demostrar maestría o virtuosismo, ni un espectáculo lleno de pirotecnia o fuegos artificiales. Acá brota el blues, nace el blues, se respira blues. ¡Con eso!
Sonaron temas como 'Key to the Highway', 'I'm Your Hoochie Coochie Man' y la bellísima 'Badge', un recorrido por más de 60 años de carrera, con momentos eléctricos y también acústicos donde inevitablemente llegó el lamento al cielo por su pequeño hijo muerto, la clásica 'Tears in Heaven' con las luces de los celulares como luciérnagas.
Por momentos resulta increíble que esté ahí parado Clapton, quien compartió el vino y la sal y la música con The Beatles, es uno de ellos, pero también es un The Yardbird, un Bluesbreaker de la mano del maestro Mayall, es historia pura y, repito, un sobreviviente absoluto que, como un Dios, todo lo vió, todo lo vivió.
(Fotos: Carlos Mejía)
El tiempo del concierto se agota, y uno sabe que le faltarán muchos temas por tocar, pero se entiende, 'slowhand' jamás se recuperó del todo de su salud (a veces también es humano) e incluso se colocó unos guantes de comprensión que le permitieron cerrar el show. ¡Y qué señor cierre!
Llegó 'Cocaína' para dar un último jalón al concierto, que permitió que todo el estadio se despidiera de la leyenda, a una sola voz, con una frase contundente que en español rezaría: "Ella no miente / Ella no miente / Ella no miente: ¡Cocaína!".
Dios Clapton solo regresó para culminar la ceremonia con el blues 'Before You Accuse Me', acompañado de Gary Clark Jr., quien fue el abridor de esta noche imborrable en la que pudimos escuchar la palabra del señor.
Amén.
(Foto: X)
