Revisando las fotografías que conforman la historia de mi carrera profesional, cada una de ellas trae a mi memoria gratos y bellos recuerdos de momentos inolvidables.
Lugares, ciudades, arenas, viajes y compañeros muy queridos: promotores, réferis, luchadores rudos y técnicos con quienes protagonicé emotivas y sangrientas batallas.
Muchos de ellos fueron las estrellas del Toreo de Cuatro Caminos, de la arena México y posteriormente del famoso Pavillón Azteca. Otros eran destacados elementos locales de las plazas más importantes de lucha libre de la década de los años 80.
Pero entre todos ellos conocí a dos personas muy especiales, quienes eran admiradas por los aficionados dadas sus características físicas y por su carismática personalidad. Les hablo del Gigante Silva y la Hormiguita Atómica. El más grande y el más pequeño. ¿Los recuerdan? Posiblemente los aficionados de hueso colorado sí se acuerdan de ellos.
Tuve la oportunidad de convivir y viajar muchas ocasiones con ambos. El primero de ellos era el de mayor altura: Paulo César da Silva, originario de Río de Janeiro, Brasil.
Tenía un corazón tan grande que embonaba perfectamente en su enorme cuerpo, pero arriba del ring era sumamente peligroso, no sólo por su agilidad, peso y estatura, sino porque también era un experto en artes marciales mixtas, jiu jitsu y lucha libre.
Recuerdo fuertes y difíciles combates en la arena Coliseo, cuando yo formaba trío con Negro Casas y Gigante Silva para enfrentar a cuatro rivales para compensar su peso y estatura.
Nuestros contrincantes eran Tony Benneto, Bestia Salvaje, Scorpio Jr. y Apolo Dantes, en combates sumamente duros y cerrados.
En repetidas ocasiones luché junto a él en la arena Coliseo de Acapulco, bajo la promoción de don José Valdez. Entonces era común realizar giras y de ahí viajábamos a Chilpancingo y a Iguala, en Guerrero.
También, y gracias a nuestro querido promotor Víctor Quiñones (qepd), el Negro Casas, El Pantera, Tarzan Boy y otros compañeros más tuvimos la inmensa fortuna de viajar con el Gigante Silva y Los Súper Astros, a diferentes plazas de la Unión Americana con la WWF.
El segundo personaje era el más pequeño y tengo entendido que lamentablemente ya falleció. ¡Quizá era uno de los hombres más pequeños de todo el mundo!
Era muy grato compartir con la Hormiguita Atómica un vestidor, pues a pesar de su diminuto tamaño requería de un amplio espacio para cambiarse y tender su camita para descansar.
Era poseedor de un excelente físico y siempre le divertía hacer diferentes poses frente a mí y preguntarme: “¿Cómo me ves, Santito?”.
Enseguida le tocaba sus poderosos conejos y le contestaba: “¡Estás más fuerte que yo, chaparrito!”, lo cual le causaba mucha gracia.
Fue un gran deportista, buen luchador, ágil, sumamente querido y admirado por chicos y grandes. A este hombrecito de 25 kilos de peso y 75 centímetros de estatura le faltaba cuerpo para contener su enorme corazón.
Entonces luchábamos con los Independientes en plazas de don Carlos Maynes y Benjamín Mora, ambos ya fallecidos.
La lucha libre es una profesión muy difícil, a la cual hay que entregarse en cuerpo y alma, pero si la prácticas con pasión, amor y respeto son innumerables las satisfacciones que puede brindarte.
Nos leemos la próxima semana , para que hablemos sin máscaras