Orgullo mexicano con El Hijo del Santo
Una vez más el premio Oscar pertenece al talento de Alfonso Cuarón y su película Roma, así como a todo su equipo de trabajo.
El galardón también lo ganaron todos los mexicanos que participaron en la producción y animación de Spiderman, que triunfó como la mejor película animada.
Muchos de estas personas son ignoradas mientras radican en México y su talento está desperdiciado en el país. Carecen de oportunidades y sólo cuando su potencial es reconocido en el extranjero se convierten en héroes mexicanos.
La lista es muy extensa y lamentablemente sucede en diferentes ámbitos. Si no pregúntenle a Salma Hayek, Kate del Castillo, Eugenio Derbez; a deportistas como Fernando El Toro Valenzuela, Hugo Sánchez y Chicharito Hernández, así como a mis compañeros de profesión, como Alberto del Río, Sin Cara y Rey Misterio Jr.
Cuando triunfan en el extranjero estos “garbanzos de a libra” se ven rodeados de nuevos amigos, prensa y miles de aduladores.
Se ponen alerta, con toda razón, para dar entrevistas y distinguir las buenas o malas intenciones de sus ahora millones de admiradores y en el fondo de su corazón expresan con enorme satisfacción: “Ahora sí, ¿no?”.
En lo personal me dio mucho gusto ver en la alfombra roja a mexicanos como Yalitza Aparicio y Marina de Tavira, pero en especial a mi estimado Latín Lover, quien seguramente jamás imaginó estar en este enorme evento que lo puede ayudar para dar inicio a una gran carrera en el mundo del cine.
Comenté en alguna ocasión el caso de las películas de El Santo, cuando eran cruelmente criticadas. Las consideraban churros y bastó que los filmes fueran elogiados en el extranjero, sobre todo en Europa, para que todos los seudo críticos las alabaran al afirmar que la cinematografía de El Enmascarado de Plata es un género considerado cine de culto y único en el mundo.
Afortunadamente, mi padre era un hombre demasiado inteligente al que jamás le afectó en su autoestima la opinión de los demás.
Le bastaba ver las salas cinematográficas llenas y el público feliz. Acudían más de tres mil personas diario, porque en esos años las salas eran enormes y las llenaba en todas las funciones.
Eso para él era suficiente. ¡Felicidades a mis compatriotas. Mi admiración y respeto siempre!
Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin máscaras.