MICRÓFONOS DESDE LA CÁRCEL

Militar llegó a ser tan violento que mató a un hombre que se burló de él, hoy la cárcel lo cambió

El David que podría estar muy pronto en la calle, libre, sabe que ha perdido todo en 21 años de reclusión

Militar llegó a ser tan violento que mató a un hombre que se burló de él, hoy la cárcel lo cambió

(Foto: Especial)

Historias 20/05/2024 15:31 Redacción Actualizada 15:31
 

El David que hace 21 años entró a la cárcel no reconocería al David que está a unos meses de volver a caminar en libertad. Con 19 años y una prometedora carrera en la milicia, el David que llegó de Coatzacoalcos a la Ciudad de México tenía una misión en la vida: poder enamorar a una chica de su pueblo cuyo padre, militar retirado, no lo respetaba.

“En la secundaria la conocí. Un día la invité a la boda de una de mis primas. Su papá me dejó con la mano estirada, porque era Sargento Segundo de la Infantería. No me saludó y ese fue mi orgullo, dije ‘¡ah!, o sea que tengo que ser militar para que me salude’, y de hecho así fue: un día fui uniformado a visitarla y ahí estaba el señor en su casa, ya estaba retirado, pero me vio con mi grado de Cabo y ya me saludó, y ahí fue que me reí”, cuenta desde su reclusión a los micrófonos de “Penitencia”, el pódcast de Saskia Niño de Rivera.

El uniforme, el grado, el arma transformaron al David de 19 años, le dieron un poder que fue incapaz de mantener bajo control.

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El 28 de febrero de 2003, a la medianoche, David salió del Campo Militar a tomar unas cervezas con algunos de sus compañeros. Ya en el bar, uniformado, con pistola, no pudo soportar los insultos de otro comensal. La ofensa fue insultar su uniforme.

 “No me pude contener. Le saqué la pistola y lo subí al carro a cachazos, le fui pegando, ya en una desviación hacia Toluca lo bajé, pero en ese momento, cuando le dije que se fuera, se me vino encima y salió la primera bala, le di en la mano derecha, pero perdí el equilibrio, traía el dedo en el gatillo y pues detoné las dos balas más que pegaron en el tórax de esta persona”, revive David sin omitir detalles.

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(Foto: Especial)

Uno de sus compañeros reportó a sus superiores los hechos, sin omitir cada elemento que lo llevaron a la cárcel civil. En el momento de su aprehensión, en su casa, aceptó los hechos y asumió que su futuro estaba tras las rejas.

Preso en dos diferentes penales, ha vivido una transformación profunda resultado de muertes, ajustes de cuentas, adicciones y, lo más doloroso, no ver a sus hijas.

El David que podría estar muy pronto en la calle, libre, sabe que ha perdido todo en 21 años de reclusión. El orgullo, la dignidad. Las adicciones fueron una parte que terminó de hundirlo, de obligarlo a “tocar fondo”. 

Tras las rejas, se tuvo que ganar el respeto con los puños, defender lo suyo, aunque esto significara dejar a un hombre en coma solo a golpes.

Pero aún en prisión, alguien creyó en él. Fue elegido por las autoridades del penal para convertirse en mediador, algo así como un negociador que les ayuda a interceder con otros presos en momentos de crisis.

Es un David opuesto al que entró: bravo y arrogante; porque ahora sabe dialogar, convencer, inhibir la violencia de sus compañeros.

—¿Y qué sigue para tu vida allá afuera? —Pues echarle ganas con lo que he aprendido aquí, a cocinar, trabajé en carpintería dos años y sé hacer una cama, un clóset, muebles, aquí he estado a cargo de la cocina, he hecho la alimentación para cinco mil personas, entonces he aprendido también cosas buenas.

—¿A quién de tu familia vas a buscar cuando salgas? —A mis hijas. A las dos. Quiero que me perdonen. A la mamá de mis hijas para decirle ‘gracias’. Mientras tanto, a esperar.

David, dice Saskia, es un exmilitar que ejerció la prepotencia de primera mano. Hoy, 21 años de cárcel después, entiende que le ganó la juventud, la prepotencia, y que hubiera hecho las cosas diferentes.

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