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Sin embargo, cuando regresamos al trabajo, debido a los problemas económicos que dejó a todos el Covid-19, hubo un fuerte recorte de personal y me liquidaron.
Con lo que me dieron, me alcanzó para irla pasando, pero a mis 43 años ya nadie me dio trabajo. Así que un primo que tiene un taxi, me dijo que estaban vendiendo unas placas en 20 mil pesos.
Ya a la desesperada, acepté, pero no fue fácil, porque hubo necesidad de tramitar el tarjetón, pintar el coche como taxi y otros trámites.
Pero la verdad, les comento que no me arrepiento, porque con todo y el inicio incierto que tuve, le agarré el modo; aunque por dentro me río cuando los hombres se suben y se dan cuenta que soy mujer, algunos desconfían de que los lleve, pero al final me dan las gracias y me felicitan.
Las señoras y jovencitas se sienten seguras, son con ellas con las que más platico y me siento bien al escucharlas.
De hecho, tengo una clienta que es madre soltera, paso por ella a las siete de la mañana para llevar a su niño a la escuela y de ahí a su trabajo. Ya nos hicimos amigas. Como no me casé, vivo sola, así que con lo que gano la llevo bien.
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