CON OLOR A MUERTE
San Juanico: A 40 años de las explosiones, don José nos cuenta cómo ayudó a las víctimas
Su labor era llevar a las víctimas mortales de la zona a las instalaciones del Servicio Médico Forense ubicado en la avenida Niños Héroes
(Foto: Archivo, El Gráfico)
“Yo quería unirme a los brigadistas voluntarios cuando explotó San Juanico. Luego de ese 19 de noviembre de 1984, trabajadores del Gobierno del entonces Distrito Federal andaban en un camión de Ruta 100 solicitando gente para ir a ayudar y yo, junto con cuatro compañeritos del Campamento 2 de octubre, en Iztacalco, dimos nuestros datos”, recuerda el señor José, que hace 40 años tenía 17 años.
El hoy operador de un taxi por aplicación recuerda que por ayudar les prometieron una plaza en la Ruta 100, que en esos tiempos era el sistema de transporte de pasajeros más importante de la capital después del STC Metro, pero él lo hizo por apoyar a las víctimas de la tragedia.
“Nos llevaban en un camión sin asientos de Servicios Generales a comprar barras de hielo para armar camas frías y al llegar a San Juanico, los brigadistas subían los cuerpos. Algunos iban quemados parcial o completamente, había algunos a los que se les alcanzaba a ver el rostro. No todos murieron chamuscados, perdieron la vida por asfixia tras inhalar los gases y no fueron alcanzados por las llamas”, aseguró el señor en charla con El Gráfico.
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Su labor era llevar a las víctimas mortales de la zona a las instalaciones del Servicio Médico Forense ubicado en la avenida Niños Héroes.
“Todo el lugar olía horrible, en San Juanico se respiraba el aire de la carne quemada, además de que adentro del camión los cuerpos expedían sus gases; por eso, andábamos siempre con mascarillas, de esas que usan los pintores con filtros intercambiables, y aunque también llevábamos gafas, hasta los ojitos nos chillaban y tosíamos demasiado”.
SECUELAS QUE DEJÓ SAN JUANICO
Durante 21 días realizó labores de traslado de cuerpos, descansaban ocho horas y regresaban a seguir laborando.
José aseguró que la mayoría de la gente no falleció quemada, sino intoxicada, no sólo los habitantes de San Juan Ixhuatepec, también personal de apoyo; uno de ellos fue el operador de la unidad en la que colaboró. “Después de hacer equipo en esa tragedia, mantuvimos comunicación y él se enfermó de diabetes, decía que por la impresión de todo lo que vimos”.
(Fotos: Archivo, El Gráfico)
“Nosotros estábamos chavos y, afortunadamente, no afectó nuestra salud. Porque antes de que entráramos había un grupo con un tanquecito que rociaba un químico tipo amoniaco para mitigar los efectos de los gases”, aseguró el exbrigadista.
Aunque al final aceptó la oferta laboral de Ruta 100, a cuatro décadas de distancia aún tiene presente la experiencia de ayudar en ese lugar.
“Todos los que estábamos ahí pensamos que habían aventado una bomba, por la devastación que dejó la explosión. Las casas de San Juan Ixhuatepec que quedaron en pie tenían los tabiques ahumados, incluso olía a gas y combustible, era algo muy penetrante”, concluyó.