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“Entonces le dije: ‘oye, preciosa, y no te da miedo que te vayan a robar, estás muy bonita’; ella, con cara de pocos amigos, me respondió: ‘Me sé cuidar sola’.
“Insistí, ‘¿eres soltera o casada?’. Sin inmutarse me dijo: ‘No me gusta mucho hablar de mi vida y menos con desconocidos, así que le suplico se limite a llevarme al lugar que le dije o me bajo del auto’.
“Al ver que podía perder el pasaje, le dije: ‘No se enoje, señorita, sólo es para entablar una conversación, pero nuevamente mi instinto me traicionó, ‘además, usted se ve muy bonita cuando se enoja’.
“Entonces, volteó y me echó unos ojos de pistola: ‘la próxima que me diga algo así, no solo voy a bajar, sino que lo voy a denunciar por acoso’, dijo. Me quedé callado.
“Al llegar a su destino, sólo me limité a cobrarle y le dije: ‘fue un placer conocerla. Cuento esto para que mis compañeros vean que se debe respetar al pasaje”.
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