Vanessa es una trabajadora sexual, víctima de agresiones y amenazas de vendedores ambulantes de la zona de La Merced; para los comerciantes, las sexoservidoras no tienen derechos.

Hace 16 años decidió abandonar a su “padrote” para brindarle a sus dos hijas una vida sin violencia. Tampoco quería que fueran obligadas a prostituirse por su proxeneta y padre de las niñas.

Al llegar a la Ciudad de México, imaginaba que todas las sexoservidoras vivían en condiciones de esclavitud. También pensaba que su vida no valía porque el tratante decía que a las “putas nadie las quiere”.

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Mientras trabajaba en la calle de San Pablo, conoció a voluntarios de Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer “Elisa Martínez”, quienes defienden los derechos de las prostitutas y las víctimas de trata de personas.

En el 2013, cuando la asociación civil ganó un amparo que reconoce el sexoservicio como un trabajo no asalariado, Vanessa comenzó a tener un mayor contacto con los integrantes de la organización.

A partir de ese momento, defiende su derecho a laborar en las calles y no permite que los vendedores ambulantes de las calles Soledad y Corregidora le falten al respeto.

En época decembrina, la situación se vuelve tensa porque los comerciantes informales quieren ocupar todas las banquetas y comienzan a insultarlas pues las acusan de dar un mal aspecto a la plaza.

Sin embargo, Vanessa explicó que los vendedores ambulantes son quienes tiran basura y generan una mala impresión porque estacionan sus motocicletas sobre la acera.

Meses atrás, la llevaron a una agencia del Ministerio Público porque los comerciantes mandaron a una trabajadora sexual a que la golpeara.

He recibido amenazas de muerte y acoso de los comerciantes, incluso me han seguido por las noches con sus motos, me las avientan”, menciona Vanessa.

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