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Dedicado a la oración y la penitencia, a su cueva acudían las gentes a recibir consejo, escuchar lo que aprendía del Espíritu con sus rezos y a contrastar la vida con el estilo del Evangelio.
Pafnucio fue monje del monasterio de Pispir del cual salió, dejando su soledad, para ser obispo en una ciudad de la alta Tebaida.
Por defender a Cristo sufrió persecución, le amputaron una pierna y le sacaron un ojo. Una vez puesto en libertad, combatió el arrianismo, doctrina cristiana que se basa en las enseñanzas del presbítero alejandrino Arrio.
El santo venía del más duro rigor del desierto y podía exhibir en su cuerpo la marca de la persecución, sin embargo, se mostró con un modo más amplio, abierto, moderado y transigente.
Constantino lo trató con singular deferencia. Su nombre está inscrito en el martirologio romano el día 11 de septiembre. Es conocido como uno de los Padres del yermo.
En la cultura popular, es el santo que ayuda a encontrar objetos perdidos, lo que lo hace muy popular entre los despistados y distraídos.
Si la cosa perdida fuera de gran valor, se mandarán decir seis misas al santo, si no se pudiese se oirán.
Si fuera de poco valor, se rezará un Padrenuestro, un Ave María, Gloria y la siguiente oración:
San Pafnuncio, que sacaste a Santa Thais del camino de la perdición y la pusiste en el de la salud, intercede con Nuestro Señor para que halle lo que busco. Amén.
Encontrado el objeto perdido se dirá la siguiente oración:
¿Qué puedo hacer, mi Dios, para reconocer vuestras gracias y los afectos de vuestra misericordia? Amén.