MICRÓFONOS DESDE LA CÁRCEL
Cuando la vida cambia para siempre: El trágico destino de Ricardo Téllez, abogado encarcelado
Ricardo lo tenía todo para realizarse profesionalmente, pero prestar su coche a unos “amigos” fue su más grave error
(Foto: Especial)
En un país donde la presunción de inocencia aún lucha por establecerse como una práctica real, el testimonio de Ricardo Téllez adquiere un valor singular. Estuvo del lado correcto de la ley, pero este abogado pasó de realizar prácticas en el Ministerio Público, a enfrentar una condena tras las rejas.
Su historia ilustra cómo los privilegios de clase, la educación y un historial intachable pueden desmoronarse ante las grietas de un sistema judicial que, como él mismo descubriría, no siempre opera bajo los principios que predica.
El caso de Ricardo, licenciado en derecho, refleja cómo las circunstancias pueden llevar a una persona a lugares inesperados, incluso cuando su trayectoria parecía destinada al éxito. Creció en una familia tranquila y estable, con un padre que tenía un próspero taller de costura.
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“Tenía más que los papás de mis amigos”, recuerda, reflejando la estabilidad económica que disfrutaba. Su familia valoraba el estatus y la seguridad financiera, pero la situación cambió cuando el negocio comenzó a declinar. De repente, se encontraron con deudas, y aunque lograban pagarlas, su estilo de vida se vio comprometido y cambió por completo.
Desde joven, siempre quiso superarse. Fue enviado a una escuela preparatoria menos privilegiada, lo que marcó un cambio en su entorno social. Comenzó a rodearse de personas con el mismo nivel económico que él, pero con valores distintos. Estas malas influencias tuvieron un impacto negativo en su vida.
“El dinero te ciega, te hace una peor persona”, admite, al reflexionar sobre las decisiones que lo llevaron a su situación actual.
Tras obtener su licenciatura en derecho, realizó prácticas en el Ministerio Público, donde observó de primera mano cómo funciona el sistema de justicia.
“Hay demasiada gente inocente en la cárcel”, comenta, una declaración que ahora, tras años de estar encarcelado, parece una fuerte ironía.
Su caída en desgracia comenzó cuando prestó su coche a unos amigos, quienes lo involucraron en un crimen. Le pidieron que recogiera su coche en un taller, y cuando llegó, la policía federal irrumpió en el lugar. Sus amigos corrieron y se escondieron, pero a él, supuestamente, lo forzaron a agarrar un arma para inculparlo.
La vinculación a proceso se basó en su asociación con estas personas, ya que había fotos de él con los acusados. Además, el testimonio de la víctima lo señaló como el agresor, lo que complicó su situación.
Este hombre, que había estado “del otro lado” del sistema, vio cómo las carpetas de investigación se manipulaban para encajar con una narrativa, sabiendo bien cómo el sistema puede moldear los hechos para lograr condenas.
Su detención fue devastadora para su familia. En su primera llamada, contactó a un primo para que avisara a su novia, quien a su vez informó a sus padres. “Cuando llegaron mis papás a verme, me destrocé”, recuerda.
La desilusión de sus seres queridos, quienes lo consideraban un hijo ejemplar, fue un golpe brutal para él.
Dentro de la cárcel, su vida cambió por completo. Desde el principio, sufrió malos tratos y abuso por ser güero. Le robaron y lo maltrataron, haciéndole difícil la adaptación a un entorno tan hostil.
Con el tiempo, ha aprendido a sobrevivir, manteniéndose siempre limpio como una forma de tener algo de control en una situación que parece fuera de su alcance. Sin embargo, la soledad y el ailamiento le pesan.
Este caso ilustra cómo una serie de malas decisiones, influencias negativas y un sistema de justicia imperfecto pueden arruinar la vida de una persona, incluso alguien con un alto nivel educativo y ambiciones legítimas de superación.