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Otra de sus contribuciones fundamentales fue la institucionalización del matrimonio cristiano como sacramento público, estableciendo la necesidad de la bendición sacerdotal para su validez. Esta normativa revolucionó la concepción del matrimonio en la sociedad romana de la época y se mantiene como pilar fundamental de la doctrina católica.
San Evaristo gobernó la Iglesia durante un periodo de intensa persecución bajo el emperador Trajano. A pesar de las adversidades, logró mantener unida a la comunidad cristiana y fortalecer su estructura interna.
La tradición señala que murió mártir, aunque los detalles específicos de su martirio no han sido completamente documentados.
Su festividad se celebra el 26 de octubre, fecha en que la Iglesia Católica conmemora su testimonio de fe y su contribución al desarrollo de la institución eclesiástica. Sus restos mortales, según la tradición, descansan en la Basílica de San Pedro del Vaticano.
El legado de San Evaristo pervive en la estructura actual de la Iglesia Católica, particularmente en la organización parroquial y en la concepción sacramental del matrimonio. Su pontificado representa un periodo crucial en la transición de la Iglesia primitiva hacia una institución más organizada y resiliente.