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Luis estaba rodeado de la alta sociedad y sus malos hábitos con conductas reprobables como fraude, crimen, vicio y lujuria, pero él quería ser un buen hombre, por lo que, se sometió a penitencias y prácticas de piedad constantes.
Pese a que formaba parte de la corte, en un viaje que hizo a España, Luis quiso ingresar en la Compañía de Jesús, pero su padre reprobó dicha acción, por lo que decidió obedecer y permaneció en la corte.
Con el tiempo su padre aceptó las intenciones de estar al servicio del Señor e ingresó al noviciado de la Compañía de Jesús. Años después se dedicó a cuidar a los enfermos de la peste, lo que hizo que se contagiara.
El joven pudo recuperarse de aquel mal, aunque quedó afectado por una fiebre que, con el paso de los meses lo fue debilitando. Con la mirada puesta en el crucifijo y repitiendo el nombre de Jesús, San Luis Gonzaga partió el 21 de junio de 1591, a los 23 años de edad. Amó por sobre todo a Dios, y por haberlo hecho, alcanzó la santidad.
¡Oh, Luis Santo adornado de angélicas costumbres! Yo, indigno devoto vuestro os encomiendo la castidad de mi alma y de mi cuerpo, para que os dignéis encomendarme al Cordero Inmaculado, Cristo Jesús, y a su purísima Madre, Virgen de vírgenes, guardándome de todo pecado. No permitáis, Ángel mío, que manche mi alma con la menor impureza; antes bien, cuando me viereis en la tentación o peligro de pecar, alejad de mi corazón todos los pensamientos y afectos impuros; despertad en mí la memoria de la eternidad y de Jesús Crucificado; imprimid hondamente en mi corazón un profundo sentimiento de temor santo de Dios, y abrasadme en su divino amor, para que así, siendo imitador vuestro en la tierra, merezca gozar de Dios en vuestra compañía en la gloria.
Amén
Inocentísimo Luis, que por especial gracia de Dios y con el auxilio de la Inmaculada Virgen María estuviste siempre libre, no sólo de toda culpa grave, sino aún de las tentaciones contra la pureza, humildísimamente te ruego que me alcances del Purísimo Corazón de Jesús, que todo lo padeció menos ser calumniado contra esta virtud, y de su excelsa Madre, la Virgen Purísima e Inmaculada, la gracia de resistir siempre al punto cualquier pensamiento impuro, Y de morir mil veces antes que manchar mi alma con un pecado grave.
Amén.