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Soltera, delgada, de ojos claros y cabellera larga, Cori fue contratada de inmediato, “porque era atractiva para los turistas”, según contó a Saskia Niño de Rivera en el pódcast @penitencia_mx, durante el nuevo capítulo que se estrena mañana.
Con 18 años, dejó a su pequeño con su madre y ella perdió su libertad, para convertirse en un eslabón más de una extensa y productiva red de trata de mujeres con sede en Playa del Carmen.
![saskia-penitencia.jpg](https://www.elgrafico.mx/resizer/v2/7ELSJQ3SLFDPZCYN6DNBMN772A.jpg?auth=f2c1013a55d091e9eaaaa83d01b08e8a3ecd322bce19e4e04e5e980b234cbb5b&smart=true&height=620)
(Foto: Especial)
“Estábamos en una casa, recluidas, aunque yo no lo veía como un encierro. Si quería salir, me decían ‘sí puedes salir, pero yo te llevo, vamos a comer a los mejores restaurantes, pero yo te llevo’, y la casa estaba bonita, climatizada, no me hacía falta nada, pero hasta para ir al Oxxo debía ir acompañada”, cuenta.
Cuando empezó, acudía a dar masajes a cinco o seis clientes al día. Lo mismo atendía a albañiles que a grandes empresarios y personas “de esas que aparecen la televisión”. Por cada uno, ella recibía la mitad de lo que se pagaba. La otra mitad era para su empleadora, la madrota, una mujer que, después de dos años de tratarla, empezó a maltratarla, a fustigarla física y verbalmente, a intimidarla. La primera vez que intentó recobrar su plena libertad, su “madrota” la enganchó convirtiéndola en su mano derecha, en su operadora cotidiana.
La víctima, entonces, se convirtió en la victimaria. Le había enseñado cómo preparar a las otras chicas para atender a sus clientes. Cori las llevaba a las citas, las regresaba a la casa, era el custodio de un negocio más de prostitución de los que pululan en Quintana Roo.
Y no sólo eso: ella era la cara que iba al banco y realizaba las operaciones para depositar o retirar el dinero que, después, era pagado a las chicas que, como ella alguna vez, esperaban sus pagos por servicios que ya habían dado.
A la par había maltrato psicológico y manipulación por parte de la madrota, que en ese momento Cori soportaba para tener los ingresos suficientes para pagar los medicamentos de su hijo. Para evadirse de esa realidad, entonces comenzó a utilizar drogas como cocaína y tachas, pero siempre en compañía de clientes.
“Las chicas se suponen eran de 18 a 25 años. Se supone porque luego les veías las caritas, escuchabas su voz, y seguro tenían menos edad, pero yo sólo me encargaba de llevarlas y cuidarlas, el reclutamiento estaba a cargo de la señora”, cuenta Cori bajo el sol de Cancún.
¿Cómo sales de ahí? “Conocí una persona por redes sociales, y me invitaba a salir, pero no sabía en qué trabajaba, me daba pena decirle a qué me dedicaba”, relata.
La ilusión del nuevo amor llevó a Cori a pedir vacaciones, a simular una pausa para descansar, bajo el argumento de que al regresar volvería a trabajar renovada. La madrota accedió.
En Cancún, se reencontró con el joven empresario que incluso le ofreció trabajo, pero su pasado la alcanzó de nueva cuenta y volvió a trabajar con la madrota, pero llevando una doble vida. El 15 de julio de 2016 fue detenida por el delito de lenocinio.