La historia que nos mandó Óscar Martínez Jiménez confirma que es mejor hacer el bien que pasarse de listo: “Les quiero confesar algo que no debí de hacer”.

“Hace algunos años entendí que al que obra mal, se le pudre el tamal. Ser taxista es un trabajo muy noble y bendecido, pero también es muy celoso y requiere de respeto.

“Recuerdo a la perfección cuando me hicieron la parada en La Raza, sobre avenida de los Insurgentes con dirección al Centro; era un militar que lo bajaron del metro porque estaba en estado inconveniente.

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(Foto: Ilustrativa: Unsplash)

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“Me dijo que cuánto le cobraba por llevarlo a Indios Verdes y, pa’ luego es tarde, le dije que 200 pesos y con la cabeza aceptó. Además, me pagó de inmediato y yo pensé ‘gracias Dios, por darme mi pasaje, con esto acompleto lo que necesito para cubrir los gastos del día’ y sonreí.

“Al abordar mi cliente, se quedó dormido con la cartera en la mano, con el movimiento de auto se le cae la cartera debajo del asiento del copiloto y con la necesidad que estaba pasando, creí que era mejor no decirle nada; así, en cuanto llegamos al destino despertó y descendió del vehículo, dijo ‘muchas gracias’ y se fue.

“Metí la mano atrás del asiento para rescatar la cartera. Al checar el botín, los recursos ascendían a 800 pesos y dije: ‘qué chingón soy’, pero ¡sorpresa!, al día siguiente ya no funcionaba el radiador del taxi, ni con lo robado y la bendición forzada pude arreglar mi taxi. Nunca se queden con algo que no es suyo, recuerden que el karma existe”, concluye.

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(Foto: Ilustrativa: Unsplash)

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