Iglesia y estado laico
Martí Batres
Hace unos días se llevó a cabo un concierto de música clásica en el Palacio de Bellas Artes, que se volvió viral en redes sociales y despertó otra vez la vieja discusión sobre lo que debe ser el Estado laico.
Ocurrió cuando el INBAL le otorgó a la Asociación de Profesionistas y Empresarios de México (APEM) el permiso para llevar a cabo un espectáculo de música clásica y ópera, y eso fue lo que se presentó, aunque en las redes abundaron las denuncias, acusando de un evento religioso de la iglesia cristiana La Luz del Mundo. Pero esto no fue así.
Durante el concierto no hubo rezos, no hubo oraciones, no hubo alabanzas ni liturgias; no se pronunció ni una palabra que pudiera usarse como referencia a religión alguna. Tampoco se entregaron reconocimientos ni se hicieron menciones a ningún líder político o religioso. Fue, como el programa lo indicaba, un concierto de música clásica y ópera.
Si bien es cierto que en la APEM están agrupados algunos miembros de la iglesia de La Luz del Mundo, sería falso indicar que todo lo que dicha asociación emprende, lo hace a nombre de esa religión, por lo que no existe violación a las normas del Estado laico ni al reglamento del INBAL.
Y es precisamente ese carácter laico lo que le permite al Estado recibir a los jefes de diversas iglesias, sin importar qué tan grandes, prestigiosas o populares sean.
Por ejemplo, hace unos días, el Presidente recibió a los líderes de las iglesias evangélicas en Palacio Nacional y el Presidente anterior se entrevistó en ese mismo lugar con el Papa, con un Zócalo lleno de feligreses que celebraban la visita del representante de la Iglesia católica.
También, un jefe de Gobierno de la Ciudad de México recibió hace años al Dalai Lama y otro más le entregó las llaves de la ciudad al dirigente de la Iglesia católica.
También los legisladores recibieron en San Lázaro a líderes de todas las Iglesias, incluyendo la musulmana, la budista, las evangélicas y la católica.
Otro ejemplo es que todos los años, el obispo de la Iglesia católica oficia una misa en las instalaciones de reclusorios de la Ciudad de México, donde también asisten pastores evangélicos a realizar rituales y actos espirituales.
¿O quién no conoce la celebración de la Pasión de Cristo en las calles de la delegación Iztapalapa, con la ayuda del gobierno de esa alcaldía o los cientos de fiestas patronales que se celebran en todas las plazas cívicas del país, ante la presencia de funcionarios públicos como invitados de honor?
También hemos visto en más de una ocasión a gobernadores inaugurando universidades de los Legionarios de Cristo.
Poniéndonos estrictos, en el mismo Palacio de Bellas Artes hemos escuchado con frecuencia villancicos navideños que aluden al nacimiento del niño Jesús, y nos hemos deleitado en más de una ocasión con el Ave María de Schubert o el Réquiem de Mozart, por no recordar que cada lunes, en todas las escuelas del país, se entona el Himno Nacional que nos recuerda que “con el dedo de Dios” se escribió nuestro destino.
Y nada de ello viola la ley, ni el Estado deja de ser laico. El Estado laico no es antirreligioso ni persigue a ninguna Iglesia. Al contrario, el Estado laico respeta todas las creencias religiosas y a las no religiosas sin asumir ninguna de manera oficial. En un Estado democrático, también se respeta la libertad de culto.