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Antes de matar a Jorge Steven, sus homicidas lo retaron. “¿A poco sí muchos huevos?”, lanzaron el grito, antes de disparar contra el hombre, preso en tres ocasiones por vender drogas.
Su madre fue testigo del homicidio ocurrido en la colonia Ramos Millán, en Iztacalco.
Ahí, en la esquina de la calle Sur 165, el expresidiario instalaba un puesto metálico en donde venderían bebidas alcohólicas.
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Y mientras el hombre trabajaba en el montaje, su madre y vecinos le invitaban el alcohol y la comida. Así convivían madre e hijo, cuando una motocicleta se acercó al lugar. Eran los dos homicidas que lo retaron a miradas.
El enfrentamiento a palabras terminó cuando los dos motociclistas se alejaron de la esquina.
Pero minutos después, regresaron con un arma escondida entre la ropa del copiloto. El agresor desenfundó el arma y disparó contra el hombre de 25 años.
Fue un solo disparo en el pecho lo que obligó a sus familiares a llevarlo a un hospital. Él murió antes de ser atendido.
¿Qué hacía?
Ante los policías, el padre del fallecido declaró que él se dedicaba a la construcción, la madre dijo que era empleado, aunque desconocía en qué empresa, y según su hermana, era comerciante. Aunque los policías no supieron a que se dedicaba, sí sabían que fue recluido en dos ocasiones por vender droga y por resistirse a ser detenido.
