Querido diario: El año se va muy rápido. Parece que ayer estábamos preparando el ponche para las posadas de 2018, cuando ya estamos en los preparativos de las de 2019.
Lo sé porque te vi hoy. Nunca fallas. Desde hace varios años, cada que te llega tu aguinaldo, te haces un chancecito para vernos. Me encanta que llames, porque con tu llamada sé que ha comenzado la temporada navideña. Me haces pensar en comprar el arbolito, en desempolvar las luces y los adornos.
Llegué a tu hotel lo antes posible. Me recibiste con un beso y, sin más, me comenzaste a desnudar. No te gustan los preámbulos largos ni las conversaciones previas, apenas entro en la habitación y pones tus manos varoniles en mi cintura y me comes la boca con tus besos ¿Sabes que besas rico? Tu mano camina por mi espalda y toma el zipper de mi vestido. Lo bajas lentamente, pasando con suavidad tu pulgar por mi columna vertebral, sin dejar de besarme. Sabes a menta y a lujuria. Pones tus manos en mis hombros y me quitas el vestido, luego me aprietas los senos, ambos al mismo tiempo y me los besas mientras desabrochas mi sostén. Sólo me queda la tanga y los tacones al ir a la cama.
Tú te desnudas con prisa, con cierta torpeza y te metes a la cama conmigo todavía con tu trusa y tus calcetines. Me agarras las tetas metes mis pezones a tu boca. Succionas sabroso. Te abrazo y siento tu miembro rozándome los muslos. Está durísimo. Me das otro beso, tus manos recorren mi cuerpo, estamos retorciéndonos en un abrazo lujurioso, sintiendo nuestra piel desnuda, nuestro calor, nuestro aroma.
Me recuestas boca arriba y me besas el vientre hasta bajar entre mis mulos. Separas mis labios y comienzas a lamerme. Estoy muy caliente. Bebes mis jugos, besas mis muslos. Me penetras. ¡Ah! Qué delicia sentirte dentro. Ya oigo las campanitas. La temporada navideña ha comenzado.
Hasta el martes, Lulú Petite