Querido diario: Paloma me lo puso en bandeja de plata. Primero, porque ya le traía ganas, después de verla coger, se me metieron a la cabeza las ganas de irme a la cama con ella, de que me hiciera lo que vi que le hizo a esa rubia. No sabes, si no lo has vivido, el encanto del voyerismo. Ver a otros coger, que sepan que estás allí, que te dejen morbosear y masturbarte.
Paloma me vio mirarla y se volvió mi secuaz, como si parte de sus movimientos hubieran sido para complacer a su cliente y otros pocos para complacerme a mí, para inspirar mi bonita chaquetita. Por eso cuando me propuso que trabajara con ella, yo me puse tan cachonda. Me masturbaba pensando en la idea. La revivía en mi cabeza hasta que me llamó.
—Ya tengo un cliente —Me dijo —Quiere coger con nosotras, ya le conté de ti y está muy animado.
Me encantó el tono en el que dijo “nosotras” con su voz sexy y demencial, así que no me hice del rogar, especialmente cuando me explicó que ella me cogería a mí y ella se cogería al cliente, que yo solamente me tenía que dejar atender y ella se encargaría de todo. ¿Qué más podía pedir?
El caso es que fui con ella a la famosa cita. El tipo era un hombre alto, de unos 50 años. Como prometió Paloma, ella se encargó de todo, pero algo pasó. Digo, el sexo fue bueno para el cliente, pero muy distinto a lo que vi. Paloma me besó un poco, apenas comenzaba a sentir sus labios en los míos, el tipo jaló a Paloma y se la cogió. Me pidió que me masturbara mientras los veía. Un par de veces estiró la mano para agarrarme torpemente una chichi. En menos de tres minutos, el tipo se vino, se sacó el condón y se fue.
Yo estaba frustrada, insatisfecha, porque no había sido lo que esperaba, pero a gusto, porque al menos había cobrado. En eso pensaba cuando Paloma se me acercó por detrás y me dio un beso en el hombro. Me sorprendió, así que cuando el beso pasó a mis labios, sentí escalofríos. Lo deseaba, pero la rechacé. Ella notó mi desconcierto. Así que se metió a duchar.
¡Carajo! Pensé, la tenía, era mía y la dejé ir. Escuchaba la ducha mientras pensaba en sus manos, en los gemidos de aquella noche. Los quería para mí, así que reuní valor, me metí a la regadera con ella y le besé los labios. Sin titubear Paloma dijo —¡Lo sabía!— y me devolvió un beso en la boca, pero un beso de esos íntimos, que hace que se prendan volcanes.
Comenzó a acariciar mi cuerpo desnudo, mientras me comía a besos. Me enjabonó, metió sus dedos entre mis nalgas y me acarició la vulva. Eso me desquició todita.
Me sacó de la ducha, me llevó a la cama, entonces comenzó a comerme a besos. Estuvimos cogiendo largo rato y tuvimos tantos orgasmos que no habría podido contarlos. Fue inolvidable.
Hasta el martes, Lulú Petite