Querido diario: Sus besos ¿Cómo no recordar sus besos? Esa boca atrevida bebiéndose la mía, tomándome de la cintura, arrancándome la ropa. A un buen amante lo conoces por sus besos. Él sabe besar. Lo hace despacio, poco a poco. Cuidando que sus manos vayan tocando los lugares precisos. Primero la cintura, la espalda, el cuello. Luego se ponen atrevidas y pasean por mis nalgas, por mis senos, por mi vientre y ¡Ah! Mi entrepierna.
Cuando dejé la agencia de El Hada y cambié mi nombre de batalla, perdí la pista a muchos clientes. Hace unos días, como de costumbre, llamé a la puerta de una habitación para dar un servicio a un cliente anónimo. Sin embargo, en cuanto abrió la puerta lo reconocí. Unos años más, varios kilos menos, pero la misma personita. Él también me reconoció, pero al principio, me hice la distraída.
Me encantó que me desnudara, me gustó que tomara el mando, que me llevara a la cama, que me comiera a besos, que acariciara con paciencia cada milímetro del cuerpo, antes de poner en mi mano aquella herramienta enorme, firme, deliciosa que apuntaba a mi entrepierna. Me encantó dirigirlo entre besos, ponerlo en mi entrada, recibir el empuje de su cadera, sentirlo dentro, moviéndose, provocándome un placer enorme.
Él insistió en que me conocía. Nos perdimos la pista desde antes de que yo dejara al Hada. Como se iba a casar, dejó de frecuentarnos. Era su segundo matrimonio, pero le fue tan mal o peor que en el primero. Ahora está divorciado .
Mi orgasmo llegó pronto. Verlo de nuevo, revivir los recuerdos. Sentir sus labios en mi boca, sus manos en mi piel, su miembro en mis entrañas me provocó tanto gusto que exploté con mucha intensidad, fue un éxtasis fulminante.
—Claro que te recuerdo— Le dije de pronto. Antes de que me diera el primer beso. Entonces sonrió y sus labios, después de tanto tiempo, volvieron a tocar los míos.
Fue delicioso, espero de verdad que se repita pronto.
Hasta el jueves, Lulú Petite