cambian verbena por consumo del alcohol
En Morelos luchan por rescatar esencia del chinelo
Aseguran que tanto este ícono morelense como el carnaval tienen intereses comerciales y políticos
(Foto: Moisés Sánchez /El Gráfico)
En Yautepec
Desde el interior de un búnker que resguarda la historia del chinelo, César Ortiz Triana, investigador del Grupo Cultural Yautepec, observa las fotografías, trajes, dibujos y discos que cuentan la historia de los carnavales y los chinelos; los mira con cariño, pero también con tristeza. Para él, la esencia de esos dos íconos morelenses se diluye cada vez más.
Hace 12 años, con la intención de preservar las raíces del carnaval y el chinelo, César y otros compañeros con la misma preocupación, fundaron el “Museo del Chinelo”, en la colonia Benito Juárez de Yautepec, en un espacio con poca o nula pinta de museo.
El carnaval en Yautepec, de acuerdo con los documentos de Ortiz Triana, comenzó en 1880 y era la forma del pueblo para oponerse al control económico, político y social que ejercían sobre él. “Sin embargo, a principios de la década de los 60, en todos los carnavales empezó a notarse la participación de las estructuras de poder, sobre todo el gobierno, con los concursos de trajes de chinelos”, dice desanimado.
Tras ver un libro que aglutina parte de la historia de los carnavales, Triana Ortiz cavila un poco y dispara: “La gente que no conoce esto, piensa que el gobierno siempre lo ha organizado. Antes era más tranquilo y sin tanto gasto, tal vez sin tanto brillo, porque la intención no era hacer ostentación, sino tener un momento de relajamiento y esparcimiento”.
César asegura que en la antigua tradición se han impuesto los intereses comerciales y políticos sobre los de la comunidad, lo que ha descompuesto la verbena, con el consumo y venta de enervantes y alcohol, “los actores políticos hacen negocios, pero con el pretexto de la fiesta del pueblo, el cual ha quedado excluido”, considera.
SE ESTÁ DESVIANDO. El carnaval de Yautepec es uno de los más grandes, en él participan siete comparsas de chinelos, de las cuales las pequeñas aglutinan entre 100 y 200 integrantes y las que tienen más, cerca de mil; no obstante, también es reconocido por las grandes cantidades de alcohol que se consumen y los incidentes que eso trae consigo.
“Si el carnaval pierde sus raíces, se corre el riesgo de que el chinelo se contamine y se pierda el ícono de identidad, debemos mantener vivo el simbolismo de la fiesta”, asegura Ortiz.
Su museo, que cuenta con más de 400 piezas, entre trajes costosos, documentos, fotografías antiguas y otros objetos, se fundó con el propósito de incidir en los procesos sociales y se transmita el conocimiento de la historia y tradición para que las nuevas generaciones lo aprendan.
Aunque César y sus compañeros no tienen apoyo gubernamental, debido a que las autoridades pretenden crear su propio museo, él afirma que seguirá adelante con la complicada tarea que abrazó, “porque hasta que el pueblo rescate la organización de los carnavales, se compondrá la situación”, reflexiona.