Cadena de feminicidios, “La fosa de agua”

La roja 06/11/2018 05:18 Tanya Guerrero Actualizada 18:42
 

De uno en uno brotaron los casos contenidos en este libro. Faltaba que Lydiette Carrión se detuviera a mirar y uniera las piezas del rompecabezas: un patrón sistemático para captar a víctimas con perfiles similares, investigaciones judiciales estancadas, siempre entre la incompetencia y la falta de voluntad de quienes deben ofrecer seguridad o procurar justicia. 

AUTORIDAD, RESPONSABLE. “Estos crímenes no se entienden sin la participación de las autoridades. Uno no sabe dónde terminan las acciones de los agentes y comienza el crimen organizado”, dice Lydiette Carrión con un tono incisivo y agudo, el mismo que utiliza para sumergirse en la barbarie de los feminicidios en el Estado de México, específicamente los perpetrados en los límites de Ecatepec y Tecámac.

En éste, su primer libro de autoría: “La fosa de agua. Desapariciones y feminicidios en el río de los Remedios”, la periodista mezcla el recurso de la crónica con datos duros para describir los caminos que recorren las familias que intentan esclarecer las desapariciones y asesinatos de habitantes de esa zona, todas menores de 17 años. 

“Se ha escrito mucho sobre el suplicio por el que pasan las familias, pero el decir 'es un suplicio', 'fue espantoso', nunca te da la dimensión de lo que implica pasar varios años buscando a tu hija. Tendrías que ir de la mano con ellos para entender lo terrible que es y lo delirante y esquizofrénico que parece el sistema de procuración de justicia al hacerlo”, menciona Carrión, quien logra documentar y describir en poco más de 200 páginas las injusticias de la justicia. 

EL HILO NARRATIVO. Como una ventana hacia el interior de esas historias de horror leídas en los rostros de las víctimas, sin dramatismos ni pretensiones, la autora desentraña las desapariciones de 10 jóvenes, algunas de ellas adjudicadas a Érick SanJuan Palafox, “El Mili”, líder de “Los Polonios”, una banda de feminicidas seriales que operaba en el área de Tecámac y Ecatepec, quienes además se dedicaban a la venta de droga.

El ex militar, de 23 años,  fue aprehendido en 2014 por el homicidio de Bianca Edith Barrón Cedillo, cuyo caso se convirtió en el hilo narrativo de este libro.  SanJuan Palafox declaró haber lanzado el cuerpo de varias de sus víctimas al río de Los Remedios, por lo que un juez ordenó el dragado de una de las secciones del canal como parte de las investigaciones. En octubre de ese año, decenas de restos humanos fueron recuperados de las aguas negras, lo que abrió paso a nuevas líneas de investigación, pero al mismo tiempo descubrió nuevas interrogantes.

“Dos familias encontraron restos de sus hijas y hasta la fecha no sabemos cuántos restos más hay. Me sorprendía que era una historia tan clara la que se denunciaba y que no pasara nada”, comenta.

CULTURA DEL SADISMO. Para Lydiette, la escritura de “La fosa de agua”, fue un ejercicio de comprensión y acercamiento hacia la verdad de esto que llama “cultura del sadismo” y la crueldad contra mujeres jóvenes, en colusión con las autoridades. El libro se gestó a partir de la  columna que durante años escribió en las páginas de este diario #Niunamenos y que se consolidó como la primera sección semanal  donde se visibilizaba el tema de violencia de género.  A partir de esos acercamientos, Carrión se sumergió en el tema a través de entrevistas con  familiares, de la revisión de carpetas judiciales y del trabajo de campo. El resultado muestra que los feminicidios en el Estado de México son un tema con una complejidad mayor de la que las autoridades le han dado. Va, dice, más allá de asesinos solitarios. 

MÚLTIPLES FACTORES. Entre los hallazgos que la autora expone en el libro está la relación de múltiples factores que convergen en el tema del feminicidio de este lugar. Así, Lydiette muestra que la geografía de Los Héroes Tecámac, el hacinamiento poblacional y la falta de acceso a la procuración de justicia son elementos clave para que se cometan los delitos, exista impunidad y la zona se posicione como una de la  más peligrosas del país para las mujeres.  

DOBLE VICTIMIZACIÓN. Carrión coloca el dedo en la llaga al subrayar la exposición de estas jóvenes al escrutinio público cuando se convierten en víctimas y, como si no fuera poco, las autoridades  las catalogan al momento de investigar.

“Cuando uno ve a una niña de 15 años a través del lente judicial no hay manera de que salga impoluta.  Quise pintar a una víctima (Bianca) con todos los colores y complejidades de una adolescente de 14 años, cuya imagen quedó distorsionada, incluso, más allá de la victimización. Hasta ahora, nadie se ocupa en dar una dimensión completa tanto de la víctimas como de los victimarios”, comenta la autora.

Un trabajo pendiente para el periodismo es  conocer las implicaciones reales de cómo esta violencia sistemática hacia las mujeres —amigas, hermanas, novias— afectará a una generación que ha estado expuesta a la desaparición y el asesinato de sus pares.

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