Muchas actitudes y comportamientos de nuestros ancestros, aquellos primeros hombres que vivían en tribus, han quedado grabados en nuestra mente y podemos indentificarlos en estos días. El futbol parece haber nacido para canalizar nuestro ánimo guerrero, nuestro espíritu de tribu. Por ello, el balompié conserva, y nos recuerda, algunas de las caracterísiticas de la guerra entre los hombres. Sólo que ahora las batallas se libran de manera más civilizada, después de que en Inglaterra, en 1863, se establecieron las reglas para este deporte.
Gritos de guerra
Los científicos han documentado que alrededor de aquellas batallas del comienzo de los tiempos, existían una serie de rituales de preparación, como pintarse la cara, gruñidos y expresiones guturales, que servían para intensificar la energía antes del ataque o la defensa. Esos mismos gritos grupales, esas mismas expresiones, se manifiestan ahora frente al campo de juego. Por ello es entendible aquello que expresó Rinus Michels, el conocido entrenador de futbol holandés, cuando dijo que el futbol es como la guerra.
Hoy en día, los equipos de los diferentes países se unen para eliminar a los rivales. Los jugadores no se pintan la cara para atemorizar a los contrarios. Pero sí se pintan la cara los espectadores que los apoyan y gesticulan ferozmente a los seguidores del equipo contrario, del otro lado del estadio.
¿Le suena esto extraño, en medio de la controversia que hay entre la FIFA y los aficionados mexicanos en Brasil por el grito de “¡Eeeehhh… puuuto!”? Los gritos, insultos y las porras siguien formando parte del ritual de preparación e incremento de la adrenalina entre los aficionados. Y no hay estadio en el mundo donde no suene por lo menos un tambor de guerra.
Todos somos guerreros
En las antiguas tribus, los guerreros y pobladores tenían mucho que defender, a su gente y su territorio. Los pobladores de una tribu se identificaban por completo con sus defensores. A través de nuestra historia evolutiva, hemos conservado las reacciones físicas y mentales similares en nuestros jugadores de futbol, el deporte más practicado en el mundo, aun cuando sólo seamos espectadores.
La identificación con los jugadores tiene lugar aun si los vemos por televisión. Incluso a la distancia, nuestro cerebro cree que somos guerreros en la cancha y al verlos jugar lo experimentamos como tal. De ahí las fuertes reacciones emocionales de los espectadores. Hay un incremento en la testosterona, la hormona sexual masculina, entre los ganadores, sin importar si se fue sólo espectador: es el sentido de triunfo colectivo, de triunfo de la tribu.
¿Cosa de hombres?
Hay un convencimiento generalizado de que el futbol es un deporte de interés predominantemente masculino. Las antiguas guerras tribales eran también cosa de hombres, principalmente. La lucha contra otras tribus era una buena oportunidad para que los más fuertes demostraran su poderío, su resistencia física y su valentía. Los ganadores obtenían estatus de líder de su grupo, la mejor comida y el derecho de reproducir sus genes con las mujeres de la tribu.
En la actualidad, no hay estrella en el mundo más famosa que un gran jugador de futbol. Hay que ver el prestigio, los ingresos económicos y la influencia de las máximas estrellas de éste y todos los mundiales de futbol.
La euforia y la pasión por el futbol, aunque se consideren desmedidas por los críticos de ese fenómeno global que es la Copa del Mundo Brasil 2014, en realidad no es sino la manifestación más clara de aquellas actitudes tribales que nos dieron origen como civilización. Es nuestra herencia por ser entes de tribu. Por eso, cuando cae el gol, todo es locura.
Dato interesante:
Hace ya 45 años el “juego del hombre” dio pie a una guerra: la que se libró entre Honduras y El Salvador, en 1969. En ese conflicto, salvadoreños y hondureños se enfrascaron en un conflicto bélico verdadero, que tuvo como detonante la ronda eliminatoria para el Mundial de México 70.