“Uno asqueroso y otro riquísimo en un día, los gajes del oficio”, por Lulú Petite

Querido diario: Te decía el martes que, aunque la mayoría de las veces la paso bien en el trabajo, a veces toca atender a clientes con quienes no es grato estar en la cama.

Ayer, por ejemplo, atendí a un tipo con malos modales y torpe. No me refiero a que coja feo, finalmente paga por sexo y mientras consiga lo suyo, todo está bien. Me refiero a que era brusco, olía feo y me hacía el amor tan torpemente que me lastimaba. Me puse de perrito y, sólo así, con mi nariz lo más lejos posible de su hedor y el cuerpo firme para que no me zangoloteara, tuvo su orgasmo y pude al fin liberarme de su compañía. No sé qué le olía peor, si los pies, el sobaco o las muelas, pero no era soportable. Me duché largo rato con agua muy caliente y mucho jabón, para quitarme su aroma.

Salí del motel decidida a no atender a nadie más. No estaba de ánimo. El sexo desagradable te succiona energía. Sin embargo, tenía agendada una cita. Un cliente que está de viaje por la ciudad y que desde hacía días había apartado fecha, lugar y hora para vernos. Estuve tentada en cancelar, pero alcé los hombros y le mandé un mensaje confirmando que sí lo vería.

Era un hombre de cincuenta años, barba de candado, sonrisa amable e impecable. Me recibió con muchas atenciones y me contó que hace mucho que lee mis historias y que tenía ganas de conocerme. Como notó que estaba tensa, se ofreció a darme un masaje.

Se sentó detrás de mí y comenzó a mover sus manos en mi trapecio, entre mi cuello y mis hombros. Sólo esa zona masajeó, pero lo hizo tan bien que sacó de mi sistema la mala vibra, para cuando puso sus labios en mi hombro y comenzó a besarme, sonreí y sentí rico.

Bajó la cremallera de mi vestido, mientras recorría mi espalda con sus besos suaves y tiernos. Me hizo el amor tan rico, que aún recuerdo y me emociona. Así pasa a veces.

Hasta el martes. Sígueme en Twitter:@LuluPetite2022