Así era realmente Vicente Fernández; Netflix ya había negociado bioserie
Gil Barrera
HOY SERÁ ESTRENADA EN LAS ESTRELLAS la serie “El último Rey, el hijo del pueblo”, basada en la vida de Vicente Fernández.
La historia inspirada en el libro homónimo de Olga Wornat revelará pasajes ocultos del astro de Huentitán.
La aparición de esta historia incomodó a la familia Fernández que había negociado los derechos del querido Vicente a Netflix-Caracol por cerca de 10 millones dólares, pese a que ya habían acordado con la empresa de San Ángel, su casa por años, que desarrollaran su historia.
Quienes conocimos al querido Vicente, sabemos que una estrella de su calibre, estaría más allá de recibir un cañonazo de billetes. Siempre supo la importancia de darle a su pueblo su arte, a un costo accesible.
Vicente era de las estrellas que -enfático- ponía el costo de los boletos para verlo en los palenques y a los empresarios “carroñeros” los ponía en su lugar, argumentando que su pueblo debía tener acceso a su espectáculo, incluyendo su última presentación la cual exigió fuera gratuita y estuviera al alcance de todos.
Creía en la fuerza de la televisión abierta y su penetración; sabía que esas apariciones eran la oportunidad perfecta para acercarse a su pueblo, era gratis y eso lo valoraba; su pasión por cantar, era más grande que su interés económico, sabía que el dinero llegaba solo.
Su imagen era tan fuerte que le permitía, también, controlar el mercado y condicionar empresarios o confrontar a los periodistas con los que no coincidía, pero siempre, llegando a un acuerdo; enfrentaba “a lo macho” y al reconocerse como un hombre con defectos y virtudes permitía que no hubiera censura en lo que contaba, enfrentaba con dignidad sus errores.
Recuerdo que en una de sus presentaciones en el palenque en Texcoco, justo cuando Vicente Junior había regresado a casa tras su abominable secuestro.
Ahí, con toda la franqueza que don Vicente tenía, confesó que a pesar de todo y del dolor que le causó este horrible pasaje, no abandonaría México, que seguiría acá por respeto a su público y que mientras la gente no dejara de aplaudir, él no dejaría de cantar, arrancando una ovación sin precedentes en el palenque.
Así era nuestro Chente, abierto, franco, con defectos y virtudes, un maestro de la superación que se construyó de la nada como una estrella; nunca fue marioneta de nadie, ni de su familia.
Negociaba, armaba alianzas y era agradecido. Es una pena, que teniéndolo como gran maestro en casa, no sepan lo que están haciendo con su herencia. Nos leemos la próxima, aquí donde quizá hablemos de ti.