ENIGMAS
Egipto: El misterio de las pirámides y otros enigmas inexplicables que esconde
No cualquiera es capaz de ver a detalle todas las maravillas ocultas
(Foto: Pixabay)
Llevo una semana conociendo las tierras bañadas por el Río Nilo y estoy fascinado por su magia y su belleza.
Mi primer contacto con Egipto fue Hurghada, a orillas del Mar Rojo, el lugar donde, según el libro bíblico del Éxodo, Moisés separó las aguas para huir de los egipcios y llevar al pueblo de Israel a la tierra que se les prometió.
Posteriormente estuve en Karnak, que se dice es el santuario más grande jamás construido por la humanidad. Uno queda maravillado ante la belleza de sus columnas, la magia de sus pinturas, que siguen vivas miles de años después, o espacios sagrados que todos deben visitar.
Gracias a nuestro guía Rabi pudimos acceder a una capilla que es de las pocas en todo Egipto que no ha sido desprovista de sus estatuas sagradas.
Es un lugar al que, como digo, no entra todo el mundo, solo los pocos que saben su historia.
Las estatuas en el antiguo Egipto estaban vivas, estaban cargadas de energía.
Nada más salir de las fábricas, los sacerdotes, a través de rituales y palabras mágicas, activaban su energía, y en las noches de luna o con la energía del sol, periódicamente las recargaban para que siguieran protegiendo al templo.
Fue mágico encontrarme con una de las pocas estatuas que conservan esa magia: la de la diosa Sek-met en la capilla de Karnak. Entré a encontrarme con ella en completa oscuridad, lejos del recorrido oficial; los cuidadores me permitieron tocar la estatua y es muy especial lo que se siente.
Cabe destacar que en Lúxor, la antigua Tebas, los arqueólogos han encontrado estatuas escondidas en los patios de los templos.
Los expertos en ocultismo aseguran que esto está relacionado con la decisión de los sacerdotes de los antiguos templos tebanos de esconder las estatuas y enterrarlas para mantener viva la energía de estos espacios enormes.
En mi periplo por Egipto también he estado en Edfu, un antiguo santuario que las tradiciones aseguran que sus orígenes se remontan a tiempos anteriores a las primeras dinastías egipcias, a tiempos en el que autores como Manetón hablan de una era de miles de años gobernada por seres divinos, por los llamados Shemsu Hor, los compañeros de Horus.
Estos seres habrían ocupado Egipto durante una época conocida en algunas estelas jeroglíficas como el “Espléndido lugar del tiempo primero”, cuando los dioses se paseaban por la Tierra.
Sin duda, de los misterios más grandes de Egipto que he conocido en este viaje, el más maravilloso es la Gran Pirámide.
Es indescriptible lo que sentí accediendo a su interior, agachándome para recorrer sus galerías y tocar el sarcófago de granito que oculta la Cámara del Rey.
Un dato fascinante que poca gente conoce es que la altura original de la Gran Pirámide es 139.4 metros y, según nos explicaron en Egipto, la distancia que separa la Tierra del Sol es 139.4 mil millones de kilómetros.
Y surge la pregunta inevitable: ¿cómo es que conocían nuestros antepasados este tipo de datos?
Algunos expertos, como Robert Bauval, han llegado a la conclusión de que los monumentos de Giza fueron construidos para imitar la posición de Orión, Leo y la Vía Láctea en el 10,500 antes de Cristo.
Ese sería el primer tiempo, el tiempo de los Shemsu Hor.
En esa fecha, en el equinoccio de primavera de aquel remoto año, la constelación de Leo emergía justo frente a la Esfinge, coincidiendo con el Este geográfico, entre el 20 y el 23 de marzo de 10,500 a. C.
La Vía Láctea simultáneamente emergía sobre el horizonte sur de Giza en el punto por donde se perdía el Nilo y las estrellas del cinturón de Orión estaban en la misma posición relativa a las tres grandes pirámides del lugar.
En suma, la Tierra parecía un reflejo del cielo. Esa peculiaridad no volverá a producirse hasta que hayan pasado 25 mil 920 años de esa fecha.