MICRÓFONOS DESDE LA CÁRCEL
Saskia Niño de Rivera expone el caso de Malacara: Homicida desde los 9 años, por esta razón
Era responsable de sus hermanos menores que vivían con él en la calle porque su padre estaba recluido
(Foto: Especial)
Malacara tenía 9 años cuando se estrenó como homicida. A una edad en la que los niños se preocupan por tener bien infladas las llantas de su bicicleta, Malacara defendió a una chava con la que vivía en las coladeras de la Ciudad de México de un compa que pretendió abusar de ella.
Antes de perpetrar la violación, el atacante recibió “un mal golpe” que lo mató.
Malacara tenía 9 años, un homicidio en su haber y una vida en el abandono; era responsable de sus hermanos menores que vivían con él en la calle porque su padre estaba recluido, su madre los había abandonado y su madrastra que debía cuidarlos los golpeaba con cadenas.
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Con 9 años, más que defenderse de los malos en los videojuegos, el niño que fue registrado como Francisco Samuel tuvo que hacer vida en las calles, abandonado por familia e instituciones. Instituciones que, en lugar de ayudar, vulneraron la vida de otros menores, otros niños que Malacara conoció y que fueron, asegura, vendidos para traficar con sus órganos.
Con su “vida desordenada” Malacara conoce prácticamente todos los reclusorios del Valle de México, cayó en San Fernando a los 14 años, salió a los 17 más “maleado” y a los 19 mató a un policía y de nueva cuenta quedó preso; pareciera que su padre le heredó esa costumbre de estar recluido, pues también fue “lacra”, cuenta el hombre de 42 años durante la charla de Saskia Niño de Rivera y Malacara que podrás ver y escuchar este martes en el pódcast Penitencia.
El hombre que ve su pasado con tranquilidad tiene tatuajes en todo su cuerpo, mensajes y marcas que le recuerdan que, al cerrar los ojos, el juego podría estar terminando. Charrasqueadas que le permitían ver el sol cuando estaba en una celda de castigo; son más de 20 cortes, uno muy cerca de la yugular que se hizo en un momento que la depresión le estaba ganando el debate interno.
(Fotos: Especiales)
“La vida de un niño en la calle no tiene malicia, no tiene maldad. Todo lo que llegue es bueno. No ven la discriminación ni los problemas que hay”, cuenta Malacara.
“Se vive al día: hago, como, voy, me acuesto. Si me gusta el activo, pongo el activo para matar el hambre, para matar todo lo que tenemos en la mente. No vivimos la realidad”, señaló en la entrevista.
“Luego me pongo a pensar por qué me pasó todo esto. No lo sé. De morro, pues yo hubiera querido irme a refugiar con mi familia, pero pues a nadie le importaba, porque si yo le hubiera importado a alguien de mi familia, ellos hubieran hecho lo posible por irme a buscar, a mí y a mis hermanos, y sacarme del hoyo en el que estaba.
“El caso de Malacara es un caso que rompe el corazón de cualquier persona, simboliza la vida de cientos de niñas y de niños que hoy viven en las calles de México, un caso donde el cuestionamiento de destino o elección debe de hacerse, un caso con el que entendemos cómo el trauma en el desarrollo infantil trae consecuencias terribles en la vida de una persona”, dice Saskia a los lectores de El Gráfico.
“Malacara representa la ruptura del tejido social y la ausencia de políticas públicas de protección para los menores en este país, un caso desolador donde la sociedad le ha fallado una y mil veces a sus infancias generando consecuencias terribles en la adultez”, concluyó.