OPERACIONES ESTÉTICAS, SU MAYOR TORTURA
Mujer trans cuenta la pesadilla de vivir en una sociedad que la obliga a trabajar en las calles
Por todo lo que le ha pasado, camina con miedo durante las noches
(Foto: Staff El Gráfico)
En varias ocasiones, Gretel, mujer transgénero y trabajadora sexual, ha estado a punto de lanzarse a las vías del Metro; a sus 43 años, son insoportables los daños que padece por los procedimientos quirúrgicos y las sustancias que se inyectó para transformar su cuerpo.
Desde hace 18 años, no puede respirar porque un médico le inyectó una especie de aceite en las fosas nasales, en una revisión de una cirugía que se practicó en la nariz. Para evitar morir mientras duerme, acomoda su cabeza sobre varias almohadas.
Al recordar la intervención estética, también se arrepiente de haberle hecho caso a una amiga cuando le sugirió juntar 35 mil pesos por unos implantes de seno que le han producido un ardor insoportable en el cuerpo, sensación que también sufre en las piernas por los biopolímeros inyectados en los glúteos y que le impide caminar con tacones.
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Cuando tenía 13 años, abandonó el hogar porque sus papás se negaron a aceptar su identidad de género. Unos días antes de huir de Guanajuato para llegar a la Ciudad de México, un profesor la violó.
Meses después, al establecerse en la capital del país y al comenzar a trabajar como sexoservidora, un grupo de policías judiciales la llevaron a San Juanico y, a punta de pistola, la obligaron a hacerles sexo oral. Después de ser agredida sexualmente, un uniformado sacó una “charrasca” y le cortó el rostro; antes de abandonarla en un terreno baldío, la desnudaron.
Por esta experiencia, camina con miedo durante las noches.
Al estar a siete años de cumplir 50, expectativa de vida de una mujer transexual, siente decepción por vivir en una sociedad que le impidió ser algo más que una sexoservidora.