Querido diario:
¿Neta? Diecinueve meses y catorce días sin sexo es demasiado tiempo para cualquiera. La maquinaria se oxida y los instrumentos se atrofian, pero que además lleves la cuenta y me lo informes como si fuera tu medalla de guerra, le pone su toque al asunto. No sé, al menos enternece.
Acá entre nos: Qué bueno que les hiciste caso a tus amigos. ¡Hombre! ¿qué más da? Tomas el teléfono, me llamas, nos ponemos de acuerdo y en menos de lo que cuentas un día más de continencia, ya estás, poniéndole sabroso en la mullida cama de un cinco letras.
Ya ves, por oxidadas y desacostumbradas que estén tus partes, esto del sexo es como andar en bicicleta, no se olvida. Nomás te trepas y a pedalear.
Debo reconocer que, además, coges rico y, a tu manera, estás guapo. Lo que no entiendo es por qué tardaste tanto: ¡Diecinueve meses y catorce días! Todo ese tiempo sin sacarte el veneno, sin exorcizar los demonios de la carne. Supongo, desde luego, que no dejaste a Manuela, pero no nos hagamos tarugos, el diablito del deseo no se saca lavando a mano.
La tranquilidad de espíritu llega en pareja, sintiendo el calor de la piel ajena, el sabor de otros labios, el tacto sobre tu cuerpo, las caricias, los abrazos, los murmullos, los gemidos. La masturbación es buena y saludable, pero le queda a deber al alma. De veras que no comprendo por qué no me llamaste antes.
Dices que hace mucho que me sigues y que siempre quisiste tenerme. Que “Te detenían prejuicios”. ¡Pff! ¡Malditos prejuicios! El “¿Qué dirán?” ¿Sexo con una prostituta, sin lazos ni emociones? ¡No! Pagar por sexo es cosa de pervertidos, de hombres feos y malvados.
Y así, me seguías, y leías lo que escribía imaginándote protagonista de alguno de estos relatos, pero sin atreverte a vivirlo. Así, leído e imaginado, no había daño, ni culpa, pero tampoco orgasmo. Y, no te hagas, tú querías venirte dentro de mí y con eso fantaseabas. ¿Qué tanto es tantito? Imaginar no corrompe y un poco de perversión no le hace daño a nadie. Pero…
¿Y si en vez de leer los martes y jueves le hacías caso a tus amigos y ya de plano me llamabas? A ver si es cierto o es puro choro. Bien que te estuvieron “andaleando” para que rompieras el cochinito, que no fueras zacatón. Si tantas ganas me traías y a fin de cuentas yo estaba al alcance, si no me tenías no era más que por falta de ganas (por no decir de blanquillos). Te estuvieron lavando el coco y, la carne es carne, después de mucho pensar y con las ganas acumuladas por tanto tiempo, te decidiste. De una u otra forma ibas a coger con alguien.
Una opción era llamarme, otra, salir de cacería. Buscar un romance, a una mujer que te gustara y que quisiera hacerte el amor. Hiciste cuentas: Conoces a una chava joven y guapa. Profesionista, educada, bien vestida, con buen ingreso, de 1,60 de estatura, 46 kilogramos y medidas de 88-55-88. Buena nalga, muy buena chichi, ojos traviesos y sonrisa juguetona. Supongamos que la quieres encamar. La verdad ¿Qué tendrías que hacer para ponerla contra los resortes del colchón?.
Invitaciones, seducción, detalles. Habrá que hacerle plática, llevarla aquí y allá. Invitarla mínimo a comer, a tomar un chupirul, al cine, al antro. Averiguar qué le gusta y tratar de procurárselo. Aun así, corres el riesgo de que, con los huevos a reventar de calientes, te diga que si te quiere, pero ¡como amigo! y, ni modo, se seguirán juntando los meses. Tú lo que querías era coger ¡Ya!
El romance sería maravilloso, pero mejor lo dejas para luego. Ahora lo que quieres es sexo y sabes con quien lo quieres. Ya tienes mi teléfono así que me marcas. Así es más fácil, acostón seguro. Eso de andar de conquistador no se te da.
Conmigo venías a lo seguro. Nada de “una copa”, flores, cenas, cine, romance ni todas esas cosas que te ponen nervioso. Desde el principio sabes cuánto cuesta el brinco, dónde lo vamos a dar y todo lo que incluye. Es como la montaña rusa. Te trepas, lo disfrutas, termina y a otra cosa mariposa.
Así que después de darle muchas vueltas y con un largo ayuno por fin me llamaste, te instalaste en el motel que te pedí. ¡Uf! Te digo que eres de esos guapos a segunda vista. No es que a primera vista estés de mal ver, pero tu verdadero atractivo llega a corta distancia.
Me gustaste cuando me acerqué a ti y vi tus ojos de cerca, cuando sentí el temblor de tus labios y el sabor mentolado de tu aliento. Cuando vi tu frente perfecta, tu nariz recta y varonil, tu rostro simétrico. Cuando sentí tus manos.
Me hiciste el amor despacio. Con tanta ternura y cariño, que me hiciste olvidar que se trataba de trabajo. Recibí tus besos en mis labios, tus palabras en mis oídos, tus caricias en mi cuerpo y tu sexo, tu maravilloso, duro, excitado y viril sexo clavándose en lo más profundo de mis deseos y vaciando dentro de mí esos diecinueve meses y catorce días de espera.
Ya ves. Tus amigos tenían razón.
Un beso
Lulú Petite