Hasta hace diez años, Ana definía su propia vida como ordinaria. Me cuenta que trabajaba para sacar adelante a su hijo sola, pero no había encontrado en ello una verdadera pasión. Hasta que un día su vida cambió en el deportivo Plutarco Elías Calles, mejor conocido como “El Calles” por la gente de las colonias Valle Gómez, Gómez Farías, Río Blanco y sus alrededores.
Acompañaba a una amiga que entrenaba boxeo y, aunque al principio sólo iba a ver, la convencieron de que probara entrenar un poco. Ahí sintió la adrenalina que recorre el cuerpo, “como en las caricaturas”, las chispas le recorrían de los pies a la cabeza y todavía se sigue asombrando al recordar la emoción que vivió al golpear un costal por vez primera.
Así fue que Ana “La Morena” Gutiérrez descubrió que había nacido para jugársela en el ring. Pero subirse no fue sencillo; una cosa son las ganas y otra las capacidades. El boxeo en aquellos años era aún un deporte masculino. Encontrar quien la entrenara fue más difícil que ganar su primer round.
Pero Ana era perseverante. Terca, dice ella, y aguerrida, dice René Juárez, su actual entrenador. Así que cuando los entrenadores del parque con los que practicaba su amiga ya no podían enseñarle más, se puso a buscar quien la entrenara mucho mejor. Le recomendaron a Paco.
Alto, canoso, imponente. Le dijo que él no entrenaba mujeres. Pero Ana insistió. Finalmente, Paco accedió y la puso a prueba 15 días, a entrenar al mismo ritmo de otros cinco varones a los que entrenaba para Artes Marciales. Ana sería la única mujer y la única boxeadora en el equipo, pero sólo si lograba resistir dos semanas de disciplina y trabajo rudo.
Y como Ana seguía siendo muy perseverante, resultó una prueba superada y consiguió que Paco comenzara a enseñarle técnicas de boxeo.
Ha pasado una década en la que Ana ha sido entrenada por distintos boxeadores. Se ha subido al ring para peleas de exhibición e incluso una vez, sin saberlo, peleó contra una boxeadora olímpica que ya llevaba un cartel de más de 20 peleas, cuando ella apenas había peleado dos. Perdió aquel encuentro, pero aguantó hasta el final. Y es que, según me cuenta mientras estamos sentadas en las viejas bancas de cemento del parque que la vio nacer como deportista, si algo le ha enseñado el boxeo es a no rendirse.
Las recompensas llegan, tarde o temprano, y a Ana por fin le ha llegado la propuesta de su primera pelea profesional, que será en febrero.
Pero esta década ha estado llena de combates, dentro y fuera del ring. Tal vez más fuera. Cuando Ana decidió que el boxeo era lo suyo, la primera barrera la encontró en casa. Su familia y conocidos la juzgaron. Todos le decían que era una locura, que era arriesgado, que pensara en su hijo. Y cuando le pido que piense en su hijo, sus ojos se tornan vidriosos.
Me cuenta que ella sabe que no ha sido la madre perfecta; sin embargo, para su hijo lo es. Él se siente orgulloso de lo que su madre ha logrado, porque con su ejemplo tuvo la mejor escuela para enfrentar la vida, igual que un combate pero donde no hay réferi. En la vida hay que seguirle, y si te pega, aguantar, pero no tirar la toalla. Su hijo le ha dicho que eso no podía haberlo aprendido mejor que de su madre boxeadora.
Ana sabe que inició tarde en el boxeo, eso probablemente la sacará pronto del ring, sin embargo, el haber podido cumplir su sueño de subirse al ring de los profesionales no tiene precio.
Con los guantes puestos, Ana le pega una y otra vez a la pera y al costal. “La Morena” no sabe si va a ganar o perder, pero se prepara como siempre lo ha hecho: para ser una campeona en el ring y en la vida.
“Lo que aprendo en el box es que en la vida no te puedes rendir y que la disciplina es la base de todo éxito”.
Ana “la morena” gutiérrez
Pugilista