Sin duda, el sentimiento más bello y, por lo tanto, más mitificado de la vida humana es el amor, pues también es el más peligroso, ya que éste mal vivido, entendido o mal expresado nos hace ser hasta violentos.
Una de sus facetas más comunes y que se mete de a poquito es el egoísmo, sentimiento que nos hace ser personas distintas a las que empezaron la relación.
Hay muchas razones por las que el amor nos vuelve egoístas, pero las 10 más comunes son:
1. Dejamos de compartir con la familia para estar con la pareja. Se da casi desde el noviazgo. Lo creemos normal y lo hacemos hasta que nos separa tanto de la familia que las reuniones, fiestas o simplemente la convivencia con ellos, deja de existir.
2. La persona de la cual estamos enamorados se vuelve el centro de nuestro universo. El más grande de los errores, reducir nuestro universo a una persona, es como darse un tiro de gracia, ya que nos hace dependientes en muchos aspectos, lo que nos limita.
3. Nos olvidamos de nuestros amigos. Otro de los más graves errores. Las amistades son personas que nos proporcionan espacios vitales para desarrollarnos como seres colectivos, sin ellos no podemos comprender conceptos como la solidaridad, lealtad, sinceridad u honestidad, si todo eso sólo lo vemos en la pareja, estaremos cerrando nuestra capacidad de creer en la sociedad.
4. No queremos compartir a nuestra pareja con nadie. Esta es la peor de las muestras de egoísmo, las personas no son propiedades, ni sus sentimientos, deseos o placeres. Cuando esto pasa, la inseguridad ha entrado en nosotros y poco a poco acabará con la relación, así que lo mejor es estar alerta para aclarar situaciones confusas que nos hagan querer separar a la pareja del resto de la sociedad.
5. Cuando estamos enamorados, no vemos las cosas con claridad y esto nos daña siempre. Lo peor es querer disculpar las malas conductas del otro, sobre todo si son agresiones. Esto pasa cuando estamos ávidos de amor o encaprichados por una persona en particular. Lo mejor es ser honestos e identificar los vacíos que tenemos y llenarlos nosotros mismos y no buscar que los llene alguien más.
6. Pero, el problema viene de mucho antes, porque cuando nos gusta alguien, al inicio solamente mostramos lo mejor de nuestra personalidad y de alguna manera estamos fingiendo para convencer al otro de que le convenimos. Lo mejor es dejar esa parte egoísta a un lado y ahorrarnos horas futuras de sufrimiento, sobre todo en el aspecto sexual, ya que es común hacer creer al otro que somos y hacemos lo que en realidad no nos gusta.
7. Nos volvemos posesivos. Nada hay mejor para la especie humana que saber que se tiene algo seguro, por eso el “poseer” baja el nivel de angustia de las personas y esto no exime al amor o al sexo. Muchas personas desean volverse buenos amantes, no para tener una mejor vida sexual, sino para tener atrapadas por ahí a sus parejas.
8. Desgraciadamente deseamos que el amor nunca termine. Y puede ser, pero cuesta trabajo, porque confiamos más en artimañas que en el respeto, la comunicación y el cumplimiento de los acuerdos, los principales de toda relación humana funcional y armónica.
9. Ver feliz a esa persona nos hace felices y este es como un espejismo, porque en el afán de querer prodigarle la felicidad, no comprendemos que ser feliz depende de cada uno, hacer feliz al otro es condenarlo a la incapacidad de que lo sea por sí mismo, lo atamos y nos desgastamos.
10. Queremos saber siempre de ella. La intromisión es una de las facetas del egoísmo más profundas y que además se esconde bajo la máscara de la preocupación por el otro. Las más de las veces, lo que en realidad nos preocupa es saber si esa persona se puede ir de nuestro lado.