Querido diario: No es la primera vez que regalo una cita a través del diario. Más bien ha sido una suerte de tradición. Probablemente con alguna excepción, he regalado al menos una cita cada año, pero hasta ahora siempre había sido a través de internet, de modo que participaban principalmente quienes tienen Twitter. De eso platicaba el domingo con Raúl, un cliente que me conoce de hace tiempo.
Me acomodé alzando mi cadera y contrayendo mi sexo para atrapar en él su deliciosa herramienta que se clavaba hasta el fondo de mi cuerpo. Le gustaba, sé que le gustaba, porque gemía y respiraba agitadamente como cuando está muy caliente.
Lo sé porque hace años que es mi cliente y, quizá por eso, se ha vuelto un poquito mi amigo. El domingo en la mañana, en pleno San Valentín, recibí su llamada. Quería coger. Está bien, a mucha gente le sale lo caliente el día de los enamorados y si no tienes con quién, mientras tengas con qué, lo demás se puede resolver.
La bronca del 14 de febrero es que los moteles están que revientan. Es como la prueba anual de resistencia de los resortes de sus colchones, una parejita, tras otra.
Por eso llamó temprano. Gente hay a todas horas, pero durante ‘el mañanero’ es más fácil encontrar habitación sin tener que hacer fila. A eso de las diez de la mañana, con un vestidito rojo, toc, toc, toc, le llegó su San Valentín, a ponerle una revolcada de esas que hacen que la fecha, y la inversión, hayan valido la pena.
Se estremecía con mis movimientos, estábamos de perrito, yo a cuatro, con mis rodillas y manos contra el colchón y moviéndome hacia adelante y hacia atrás, apretando su miembro con mi sexo, exprimiéndolo, clavándome en él y sintiéndolo entrar y llenarme de su hombría, mi orgasmo ya venía y sé que el de él también, pero de pronto me detuvo.
Apretó mi cintura con sus manotas y me obligó a dejar de moverme, yo sabía que estaba a punto de eyacular, él no lo permitió.
Me dio vuelta quedando sobre mí y se movió poniendo mis piernas en sus hombros, haciéndome el amor con fuerza, haciéndome sentir su sexo entrando al fondo, como si se clavara en mis entrañas, me tenía enfebrecida y gimiendo con el ritmo, fascinada me dejé hacer, me vine una vez y otra más hasta que, al verme gritando entre el placer y la agonía de un segundo orgasmo fulminante, me dejó ir su leche llenando el preservativo.
Él tenía una capa brillosa de sudor sobre su pecho, olía bien, a esa mezcla entre sexo, loción y hormonas. Entonces, dejó caer su cuerpo suavemente en mí, sin dejar de meter y sacar su miembro en mi vagina, terminando de servir hasta la última gota de su licor, despacito, sin dejar de moverse, como esos corazones de laboratorio que siguen palpitando fuera del cuerpo, una y otra, cada vez más lentamente, hasta que se apagó agotado encima de mí, suspirando mientras yo pasaba las puntas de mis dedos por su espalda, metí entonces mis uñas entre sus cabellos y lo miré a los ojos. Me besó.
Platicamos entonces del concurso. Le conté que, como en años anteriores había organizado las cosas a través de internet, este año, para celebrar el 94 aniversario del periódico, decidí cambiar un poco la dinámica, así que invité a los lectores del diario en papel.
A quienes disfrutan el olor a tinta cuando están leyendo. ¿Cómo premiar esa lealtad? Lo pensé mucho. Hay personas adorables que me han hecho el favor de leerme desde que comencé a escribir, algunos comenzaron a hacerlo después, de entre ellos, también hay quienes para leerlos más tarde o por el gusto de coleccionar, fueron conservando ejemplares de lo que he publicado, así que decidí que la cita sería para quien la tuviera más grande.
La respuesta que recibí me emocionó mucho. Esperaba que algunas personas, muy pocas que tuvieran esa costumbre, me enviaran fotos de colecciones medianas o grandes y, la que más números tuviera ganará. Según yo, así sería sencillo. Supuse que nadie tendría la colección completa.
Desde la mañana del jueves comencé a recibir fotografías adorables con palabras bonitas. Esa misma noche me llegó el correo con la foto de un lector adorable que, demostrando que me equivocaba en mis cálculos, tiene la colección completa. Pensé que era imposible superarlo y que era mero trámite esperar al 14 de febrero para que, cumplido el plazo, poder declararlo campeón.
¡Sorpresa! Al día siguiente amanecí con la foto de otro lector que tiene todos los números de martes y jueves, pero también todos los de Placer G. Insuperable, desde luego, hasta que me llegó la foto de otro lector con todos los números regulares, la colección completa de Placer G ¡Todo encuadernado! Y además mi libro “Los secretos de Lulú Petite”.
Siguieron llegando fotos. Algunas colecciones pequeñas, algunas medianas o grandes y otras completas ¿Qué hago? Cuando tienen todo, tienen todo. ¿Cómo saber así cuál es la más grande? ¿A quién le doy el premio?
Raúl me lo sugirió: Una decisión salomónica, que yo no sea la juez definitiva. De los cuatro que me dijeron tener colecciones completas, la menos grande son 555 publicaciones de martes y jueves y 135 de Placer G. Ese es el parámetro. Si tienes esas o más, llévalas hoy o mañana a las instalaciones de este periódico. Ellos darán fe de quién la tiene más grande y a él le doy el premio. ¿Va?
Gracias por leerme
Lulú Petite
P.D. La identidad de quien gane no se hará pública a menos que el ganador quiera. No vayas a creer que te metes en una bronca.