No sabemos escuchar. Cuando alguien nos cuenta algo importante que le afecta emocionalmente, no siempre reaccionamos de la mejor manera. Si un amigo nos dice que está enojado por el trato de su jefe, nos adelantamos a decir algo como “No te enojes, no vale la pena”. Al apresurarnos a opinar, dar consejo o imponer nuestra visión de las cosas, descalificamos el sentimiento del otro. Así, además del enojo que ya sentía, nuestro amigo se enfrenta a la frustración, decepción y dolor de no ser escuchado. Experimenta un doble malestar.
Nadie nos enseña a escuchar. Crecemos rodeados de adultos que desacreditan nuestros sentimientos. Muy pocos, o ninguno de esos adultos, nos dan lecciones sobre cómo escuchar verdaderamente. ¿Cuál es la consecuencia? Que ahora la pareja, los hijos y amigos se quejan de no poder hablar con uno, de cómo no se sienten escuchados y comprendidos. Esta es una queja común.
Podemos aprender a escuchar en verdad. La escucha verdadera facilita la comunicación, pues implica ponerse en el lugar del otro y entender qué siente o experimenta. Cuando comprendes cómo se siente, por ejemplo, tu hijo, es más fácil resolver los conflictos entre él y tú. Al tratar de entender al otro le ayudas a bajar su nivel de alteración emocional y a aclarar sus sentimientos. Esto le permite enfrentar el problema con más herramientas. Por otra parte, validar los sentimientos del otro le hace pensar: “Tengo derecho a sentir como me siento”. Así, aprende a confiar más en sus propias emociones, que le dan información útil para tomar decisiones. Y si escuchas auténticamente le sirves a tu esposa o amigo como modelo para que también lo hagan contigo. Y se forma un círculo positivo de comunicación.
¿Qué hacer y qué no hacer?. Si quieres escuchar de manera más empática, lo más importante es conectarte con las sensaciones y emociones del otro. Hazle saber que estás escuchando con frases como “ya veo”, “entiendo”. Muestra tu interés por medio de un gesto de empatía y comprensión.
Comenta con respecto a sus sentimientos. Aquí hay algunos ejemplos de cómo hacerlo:
No minimices o niegues el dolor del otro: “A mi ya me ha sucedido y una muela no duele tanto”.
Mejor, valida su experiencia, pues es única y personal: “Me imagino que sientes mucho dolor”.
No te pongas inmediatamente del lado de la persona con quien tu amiga tiene un problema: “Entiende a tu esposo, está muy estresado”.
Mejor, escucha con atención y trata de recordar las ocasiones en que has sentido algo parecido: “claro, te sientes confundida por su reacción”.
No descalifiques la emoción de quien comparte contigo su pesar: “No puedes seguir estando tan triste, ya pasaron seis meses de la muerte de tu hermano”.
Mejor, tómal@ de la mano o abrázal@ para hacerle sentir tu presencia. Mantente en silencio o di algo sencillo como: “Aquí estoy contigo, escuchándote. Apóyate en mí un momento”.
No ofrezcas un consejo no solicitado: “Bueno, esto es lo que deberías hacer: ve con él y dile que…” A veces las personas sólo quieren ser escuchadas y entendidas.
Mejor, permite a tu amigo o compañera desahogarse, respetando sus emociones: “Entiendo que te sientes decepcionad@. Si yo estuviera en tu lugar, quizás me sentiría igual”.
Ahora, a practicar, pues la única forma de aprender a escuchar es haciéndolo. Suerte.
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