¿Eres de los que no se dejan ayudar?

Vida 07/02/2017 05:00 Víctor Jiménez Actualizada 05:02
 

A pesar de necesitar ayuda, muchas personas se niegan a aceptarla. Cuando alguien les ofrece apoyo, de inmediato, sin siquiera pensarlo, responden con un amable,  pero firme: “No, gracias”. Y buscar el respaldo, la protección o el amparo de alguien más, ni pensarlo. Esta actitud de autosuficiencia también se aplica a la dificultad para recibir un consejo. Si eres este tipo de persona, aquí puedes encontrar las razones detrás de tu conducta.  

“Aceptar ayuda es muestra de mi incompetencia”. Quizás no aceptas el apoyo porque no quieres parecer poco capaz. Te importa demasiado mantener una imagen de competencia ante los demás.

 Es probable que tus padres o las circunstancias que viviste te hayan llevado a ser demasiado independiente.  Esto les sucede a muchos hijos, cuyos padres estuvieron ausentes. Muy temprano en su vida llegan a la conclusión de que deben arreglárselas solos. 

Así se hacen muy independientes, detestan recurrir a los demás cuando no pueden resolver los problemas ellos mismos. Además, piensan: “Pedir ayuda me convierte en una carga. No debo depender de alguien más”. A las personas con tendencia al perfeccionismo les cuesta pedir y aceptar los cuidados de los demás. 

Pregúntate: ¿Puede alguien en nuestra sociedad ser completamente autónomo, no depender de algo o alguien más? ¿Alguien te exige que demuestres tus capacidades siempre y en todo lugar?  

“Aceptar ayuda me hace parecer débil”. Si para ti es importante que te vean fuerte, creerás que mostrar necesidad es signo de vulnerabilidad. Si en la niñez tus padres te exigían fortaleza en toda situación, es muy probable que creas que aceptar ayuda es un signo de debilidad. En el trabajo, la resistencia a aceptar apoyo por esta razón es muy común, pues hay mucha competencia y nadie quiere parecer el eslabón débil en la cadena de producción. 

Por otra parte, muchas personas aceptan gustosas los favores ofrecidos por otros y, por supuesto, no lo ven como una debilidad. Porque no lo es.  

Pregúntate: ¿Cuando ayudas a otra persona la consideras débil? ¿Tiendes a ser exigente contigo mismo? ¿Te importa mucho lo que otros piensen de ti? 

“Aceptar ayuda me obliga a retribuir a otras personas”. Si eres del tipo introvertido, que prefiere no tener demasiada convivencia con la gente, es probable que no quieras sentirte obligado a retribuir los favores recibidos. Quizás eres el tipo de persona que piensa que debe pagar todos y cada uno de los favores aceptados, o que quien hace algo por ti está esperando una retribución.  

Pregúntate: ¿Las personas a quienes has ayudado alguna vez te han reclamado porque, a cambio de sus atenciones, no haces algo por ellas? ¿De quién aprendiste que siempre hay que dar algo a cambio de la ayuda recibida?  

Al no aceptar el apoyo amablemente ofrecido, te pierdes de sentirte querido y que perteneces a un grupo social que está ahí para respaldarte cuando lo necesitas. 

Para muchos, ser de utilidad a alguien más es una gran fuente de alegría. También le quitas a quien te ofrece ayuda la oportunidad de ser atento o complaciente, de practicar su altruismo y sentirse bien consigo mismo. Aceptar ayuda es un acto de generosidad con el otro y contigo mismo. Aceptar la ayuda ofrecida puede también ser un acto de humildad, por reconocer que todos en algún momento necesitamos de alguien más.  

 

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