Hola, mis chulos lectores, otro miércoles en compañía de ustedes y con la primavera estamos más calientes todavía. Sí, me pone cachonda la temporada, las flores, como dice el dicho: “¡como burro en primavera!”.
Aunque confieso que eso de que se aloque la hormona, y nos pongamos más querendones y libidinosos, me pasa todo el año.
Hace poco, fuimos de día de campo y encontramos un lugar que me dejó asombrada, porque ya saben que la naturaleza me encanta, y me excita.
Al ver todos esos lugares verdes se echó a andar mi mente cochambrosa, nos dedicamos a buscar puntos para poder hacer fotografías y, entre broma y broma, elegíamos dónde coger y darnos nuestros arrimones.
Mientras caminábamos, escuchamos que alguien se estaba masturbando o se estaban cogiendo pero duro, y entonces mi chavo —como siempre de cochinote—, fue a ver de dónde venían esos gemidos y resultó que sí, estaban detrás de una cortina de agua en la cascada, y eran unos señores de aproximadamente 35 años.
Esa escena me prendió rápido, porque se veía cómo la señora estaba sentada en unas piedras y el señor le estaba dando con todo, teniendo las piernas de ella en los hombros.
La verdad, creo que nos quedamos viéndolos como 10 minutos. Entonces mi chico me preguntó ¿nos aventamos? y yo sólo sonreí, le di la mano, atravesamos la cortina de agua, que por cierto estaba helada pero era hermoso ver ese paisaje, y mientras más caminaba, más me excitaba.
De pronto, él me jaló y me sentó en una piedra, cuando lo vi ya tenía su pene erecto en la mano, me acercó con el cabello y me ordenó que se la chupara, lo cual me encantó, me extasiaba ver su cara y sentir la brisa del agua.
Además, el saber que alguien nos pudiera ver, me ponía más caliente; para entonces los señores ya se habían percatado de que tenían compañía y comenzaron a buscarnos, para ver de dónde llegaban esos sonidos.
Mi novio quedó satisfecho de las chupadas, me volteó y me bajó el short, me hizo el calzón al lado y me atravesó. Desde ese momento tuve el primer orgasmo, luego me la metió despacio como seis veces, y de ahí se soltó a darme duro.
No pasó tanto tiempo cuando yo ya estaba llena de orgasmos, sentí cuando él terminó, disfruté cuando me inundó por dentro. Yo lo observé y nos comenzamos a reír, nos dimos cuenta de que los señores nos estaban viendo y eso logró ponerme más cachonda.
Ya bien cogidos, salimos como si no hubiera pasado nada, la otra pareja hizo lo mismo y al cruzar miradas sonreímos, como si ya nos conociéramos, en realidad, sí nos presentamos y muy íntimamente.
Quiero atribuirle todo este descaro e intimidad a la primavera. Tal vez en invierno no lo hubiera hecho, además estaría súper helado el ambiente.
Ya casi vamos a cumplir un año con la columna, por lo que me gustaría leer sus aventuras más candentes en [email protected].
¡Nos leemos la próxima semana!